viernes, 6 de julio de 2012

Día 4: el arte de la negación


Hoy ha sido un día triste y divertido a la vez. Triste por la lluvia. No ha parado de llover en todo el día, ha hecho viento y el ambiente era bastante gris. Lo que viene siendo un día de clima desagradable. La razón por la cuál el día ha sido divertido la explicaré más tarde, para darle emoción y que a vosotros os parezca realmente divertido. Recurso literario, le llaman.

Nos hemos levantado un poco más tarde que los otros días, a las 9.15 aprox. Hemos cogido un tren tipo cercanías/rodalies, y hemos hecho una ruta interesante bordeando la costa, hacia el sur de Dublín. Queríamos ir a ver un par de pueblecitos costeros aparentemente chulos, pero que con el día que ha hecho, han resultado bastante grises.

Y antes de seguir con el plan del día, la explicación de por qué ha sido un día divertido. Se ve que si avanzas demasiado en el relato, el recurso literario pierde la gracia.
Los que me conocéis un poco más personalmente, sabréis que soy una persona bastante radical y crítica en según qué puntos de vista y maneras de entender la vida.
Temas que me irritan especialmente son los que tan en auge están en los últimos años: homeopatía, comida ecológica, sistemas educativos infantiles cuya gracia es parecer de todo menos un sistema educativo, autoayuda, coaching, etc. Resumiendo, cómo llevar ciertos conceptos al extremo y convertirlos en pajaradas que nos alejan de lo importante, en busca de una felicidad igual de difícil de encontrar que sin tanta chorrada.
Pues bien, hoy he querido demostrar mi rechazo a uno de los pilares básicos de la autoayuda: aprender a decir no.

Para mi decir no, de manera convencida y tajante, es algo facilísimo, sin necesidad de libros y manuales, y aplicable a cualquier país e idioma. Y hoy se lo he querido demostrar a un pobre hombrecillo aparentemente irlandés*.

Cuando nos hemos subido al tren esta mañana, nos hemos sentado Joan y yo en los típicos asientos de cuatro personas, dos enfrente de otros dos. Nosotros nos hemos puesto en los asientos que daban a la ventana, es decir, uno enfrente del otro. Al lado de Joan estaba sentada una chica, y el asiento que tenía yo al lado estaba vacío, pero con un periódico encima.

En la siguiente estación a la que nos hemos subido, ha entrado al tren una pareja de unos 40 años aprox. La mujer se ha sentado en los asientos de al lado de los nuestros, en el único libre que quedaba, y el hombre se ha acercado hacia el asiento de mi derecha, libre con el periódico.
Me ha preguntado de manera amable e ininteligible que si se podía sentar a mi lado. Yo he entendido que me decía si el periódico era mío (si no nos ponemos sibaritas, básicamente el mismo mensaje), y le he contestado con toda la contundencia asumible por un ser humano, un bonito “NO”.
El probre hombre se ve que se ha quedado igual de ofendido como de estupefacto, y ha reaccionado con una catatonia digna de ver. Joan ha visto el panorama, y como buen oportunista (una vez más, aparentando controlar la situación sin haber entendido nada tampoco), le ha dicho “yes, yes” sonriendo. El hombre, finalmente, se ha sentado.

Cuando he logrado entender la situación no sabía dónde meterme. Hemos pasado el resto del viaje riendo como descosidos.

Lo mejor ha sido cuando hemos oído que el hombrecillo aparentemente irlandés*, era realmente italiano. Si lo hubiéramos sabido, el entendimiento hubiera estado asegurado.

Básicamente ésta ha sido la anécdota. Para nosotros ha sido claramente lo mejor del día. Para vosotros sólo será graciosa si queréis reíros de mi.

Osea que, amigos seguidores, si estáis pensando comprar un libro de autoayuda para aprender a decir que no, pensad que es mucho más fácil de lo que parece. También es bastante probable que luego tengáis que compraros un libro para vuestro recién creado trastorno antisocial, pero de momento os ahorráis la primera compra.

Y, siguiendo con el resto del día, hemos visto al final sólo uno de los dos pueblecitos. Viene a ser la segunda residencia de los de Dublín, un pueblecito con bastante encanto pero que, con tan poca luz y lluvia, pierde gracia. Pero muy chulo en cuanto a tiendecitas y cafeterías muy acogedoras.  Allí hemos visitado la famosa playa más grande de Dublín, comentada en la anterior entrada el blog.

Luego hemos vuelto a Dublín, hemos visto otra calle que nos faltaba de tiendecitas, un centro comercial muy chulo, y vuelta a casa a cambiarnos de ropa (bien mojada de lluvia), y comer.

Por la tarde hemos estado visitando las oficinas de Google. Básicamente, a Joan y a mi, que somos de pueblo, nos ha chocado que una empresa con más superficie de oficina dedicada al ocio que a la producción, no sólo no pierda dinero sino que, cada vez, se haga más rica.
La verdad, una pasada. Desde aquí mi agradecimiento al señor Larry Page y al señor Sergey Brin por la barrita de cereales a la que me han invitado a merendar. Nunca lo olvidaré.

Y nada más, ahora cenaremos en un rato, y prepararemos maleta para este fin de semana.

And I said no, no, no…


 


1 comentario:

  1. De aquí viene aquella frase tan famosa en los foros

    " Y la señora dijo NO "

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