Hace casi dos años, me
empezaba a plantear muy seriamente darle un giro radical a mi vida. Bueno,
radical en la forma, no en el contenido.
Resulta que se suponía que era una chica corriente de Madrid que estudiaba una carrera, psicología, en una universidad de Madrid, con pareja desde hacía casi dos años, buena relación familiar y, aparentemente, feliz. Pero mira, casualidades de la vida, quien parece tener una vida, si no perfecta, aceptablemente buena, resulta que no es feliz.
Y quien no es feliz tiene dos caminos que seguir: quedarse como está o preguntarse si puede hacer algo para cambiarlo.
En mi caso fue fácil descubrir el origen de mi infelicidad. Todo en mi vida iba muy bien salvo el hecho de no poder estar cuando quisiera con mi pareja, a quien le dio por nacer a varios km de distancia de mi.
Así que, volviendo a hace casi dos años, y al giro radical que me estaba planteando, me dio por decir en voz alta lo que llevaba pensando como imposible durante muchos meses: y si me voy a vivir con él, dejo mi familia, mis amigos, mi universidad, intento no dejar mi carrera, y estoy con la persona que hará que sea feliz?
Resulta que se suponía que era una chica corriente de Madrid que estudiaba una carrera, psicología, en una universidad de Madrid, con pareja desde hacía casi dos años, buena relación familiar y, aparentemente, feliz. Pero mira, casualidades de la vida, quien parece tener una vida, si no perfecta, aceptablemente buena, resulta que no es feliz.
Y quien no es feliz tiene dos caminos que seguir: quedarse como está o preguntarse si puede hacer algo para cambiarlo.
En mi caso fue fácil descubrir el origen de mi infelicidad. Todo en mi vida iba muy bien salvo el hecho de no poder estar cuando quisiera con mi pareja, a quien le dio por nacer a varios km de distancia de mi.
Así que, volviendo a hace casi dos años, y al giro radical que me estaba planteando, me dio por decir en voz alta lo que llevaba pensando como imposible durante muchos meses: y si me voy a vivir con él, dejo mi familia, mis amigos, mi universidad, intento no dejar mi carrera, y estoy con la persona que hará que sea feliz?
Pues resulta que el
susodicho está aún más loco que yo y me dijo que sí, así, sin pensar. Pues
vale.
No sé muy bien cómo, en
menos de 6 meses ya estaba instalada en un piso a muchos km de distancia de mi
casa, con una maleta enorme llena de todo lo que creía que necesitaba para
vivir y no echar demasiado de menos mi vida anterior, haciendo trámites para
cambiar de universidad (y para descubrir que el suicidio o el asesinato nunca
deben descartarse), con mucha ilusión y, para que negarlo, un poquito de miedo.
Desde el principio tenía
claro por qué lo hacía y por qué debía hacerlo. En mi cabeza bailaba un
argumento de tanto peso que era imposible rechazármelo a mi misma. Por suerte,
mis padres, que eran los que podían decir la última palabra, decidieron que el
argumento era lo suficientemente bueno: si
por culpa de irme tengo problemas con la carrera, con los estudios, no pasa
nada, porque para seguir estudiando, lo que sea, siempre hay tiempo. Para estar
con la persona de tu vida, a veces no.
Entre pitos y flautas ya
casi han pasado dos años de aquella decisión y, con la perspectiva que te da el
tiempo, sé que tome el camino correcto porque era el único del cuál no podría
arrepentirme nunca.
Sin embargo, hay días en los que te dicen que tienes que pagar un curso más en la universidad porque no te reconocen todas las asignaturas hechas hasta el momento, o hay días que abres el armario de la habitación y descubres que fue comprado desde la visión de necesidades de un soltero antiestética, o hay días que quieres compartir una receta o un cotilleo con tu madre y el teléfono se vuelve insuficiente, o hay días que te tienes que conformar con el whatsapp para hablar con tu hermano… pero bueno, no te sientes tan mal porque sabes que aquí no eres tú quien te has ido, sino que él ha hecho lo mismo, osea que no te preocupas [;-)], o hay días que te gustaría olvidarte de los números de tu cuenta corriente y no puedes porque no tienes a tu padre, protector económico número uno, al lado, o hay días en que… te vas a dormir y sabes que incluso con todas estas cosas, eres más feliz que hace dos años y sabes bien que la razón de ello es el ovillo con ojos que respira a tu lado.
Sin embargo, hay días en los que te dicen que tienes que pagar un curso más en la universidad porque no te reconocen todas las asignaturas hechas hasta el momento, o hay días que abres el armario de la habitación y descubres que fue comprado desde la visión de necesidades de un soltero antiestética, o hay días que quieres compartir una receta o un cotilleo con tu madre y el teléfono se vuelve insuficiente, o hay días que te tienes que conformar con el whatsapp para hablar con tu hermano… pero bueno, no te sientes tan mal porque sabes que aquí no eres tú quien te has ido, sino que él ha hecho lo mismo, osea que no te preocupas [;-)], o hay días que te gustaría olvidarte de los números de tu cuenta corriente y no puedes porque no tienes a tu padre, protector económico número uno, al lado, o hay días en que… te vas a dormir y sabes que incluso con todas estas cosas, eres más feliz que hace dos años y sabes bien que la razón de ello es el ovillo con ojos que respira a tu lado.
Pero pensando estos
últimos días en mi espinita clavada de estudiar enfermería y tal como están las
cosas últimamente, pienso en si algún día seré capaz de estudiar la carrera que
no puedo dejar atrás, y me viene a la cabeza el argumento de hace dos años,
concretamente la parte de que para estudiar siempre hay tiempo, pero resulta
que fuera del éxtasis de poner patas arriba tu mundo, el argumento sigue siendo
válido pero un poco menos terrenal.
Pero qué cosas tiene la vida, resulta que tienes una súper madre que decide, a sus 52 años, volver a ponerse a estudiar, a levantarse a las 7 cada día, a volver por la tarde y no mirar la tele o planchar porque tiene que estudiarse el cuerpo humano o las cuentas, como ella se refiere a las matemáticas. Y, entonces, vuelve a venir tu propio argumento a la cabeza, y tu rechazo momentáneo por poco factible se ríe en tu cara con un gesto de reprobación.
Pero qué cosas tiene la vida, resulta que tienes una súper madre que decide, a sus 52 años, volver a ponerse a estudiar, a levantarse a las 7 cada día, a volver por la tarde y no mirar la tele o planchar porque tiene que estudiarse el cuerpo humano o las cuentas, como ella se refiere a las matemáticas. Y, entonces, vuelve a venir tu propio argumento a la cabeza, y tu rechazo momentáneo por poco factible se ríe en tu cara con un gesto de reprobación.
Si tú puedes volver a estudiar
después de tantísimos años, mamá, y sin ninguna razón más poderosa que las
ganas de aprender y mejorar como persona, yo también podré, algún día. Gracias
por recordármelo.
A todos los que hacéis
posible que escriba esto mirando el armario de soltero y no desde la capital
del reino, gracias. Y a ti, ovillo con ojos que respira, gracias, pero por
existir.
FELIZ NAVIDAD!