miércoles, 11 de junio de 2014

La gran estafa no sólo americana


Hace tiempo que no escribo y ya iba siendo hora de quitarle las telarañas a este blog, si es que estoy a tiempo y no ha caído aún en el olvido.

¿De qué hablar? Ésa es la gran pregunta. En este caso he decidido hacerlo sobre el trabajo, sobre la manera en que nuestra sociedad funciona económicamente y sobre la gran estafa que eso supone para todos nosotros. Tampoco quiero profundizar demasiado porque me faltan muchos conocimientos sobre el tema. Sólo quiero dar una pincelada sobre algo que creo firmemente desde hace años y que cada vez tengo más claro.

Para empezar, nos ponemos en situación. Soy joven, estoy formándome y mi futuro laboral teórico cada vez está más cerca. El práctico no lo sé, porque tal y como está todo, la incerteza es lo único seguro.
Uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos los jóvenes a la hora de entrar a trabajar es la demanda, por parte de los contratantes, de experiencia laboral previa. Así de primeras todo el mundo está de acuerdo en que las cosas funcionan así y que una persona no sólo necesita formación sino también experiencia laboral.
Pues bien, para mi ésta es la gran estafa del siglo. La experiencia laboral está sobrevalorada, y no lo digo yo porque nunca he tenido un trabajo “como dios manda”; lo digo porque creo firmemente que es una estupidez.
Pongamos el caso que quiero ejercer la medicina, la abogacía, la psicología, la ingeniería o la arquitectura. O trabajar como contable en una empresa, es igual. También pensemos en los trabajos potencialmente disponibles para jóvenes sin formación completa: camareros, dependientes, cajeros, reponedores, pizzeros, etc. Bueno, al menos hace unos años, ahora para poner cuatro cervezas un tío con dos carreras y tres idiomas en paro va antes que el jovenzuelo de 19 que quiere una paga extra y coger “experiencia”.
Pues bien, volviendo a nuestros futuribles trabajadores, alguien puede explicarme en qué le ayuda a un médico, abogado, psicólogo, ingeniero, arquitecto o contable haber colocado cajas de cereales en el Carrefour o haber vendido cuatro camisetas en el Spriengfield? En nada.
La experiencia laboral entendida como un ente paralelo e indiscriminado, algo inespecífico que “hay que tener”, es un timo y de los grandes.
Porque resulta que si por haber puesto unos cubatas en un chiringuito de verano, alguien con mi misma formación pero menos válido para el puesto que yo (por diferentes razones) que no he puesto cubatas por dinero en mi vida, se va a quedar con un trabajo al que optamos los dos, a mí me están timando, sinceramente. A no ser que el trabajo sea hacer de camarero, en cuyo caso lo entendería. Pero si es para trabajar como documentalista en un museo, la verdad, es para tirarles el cubata por la cabeza.

No puede ser que en el momento de la historia en que más formados estamos, más importancia se le da a la especialización y más fragmentados están los diferentes campos profesionales, a la vez se pida una experiencia laboral general, que la mayoría de veces no tiene absolutamente nada que ver con el trabajo al que quieres optar y que no te ha aportado nada que no te hayan podido aportar las diferentes experiencias que has ido viviendo a lo largo de tu vida hasta el momento.
La gracia sería poder disponer de unas buenas prácticas laborales adaptadas a tu plan de estudios, a tu formación, que te enseñara ya no qué es eso de trabajar, sino diferentes situaciones que puedan hacer de ti un profesional más preparado en el futuro. Pero es que la vida nos enseña que ni éso. Te puedes formar mucho para ser veterinario, hacer unas prácticas preciosas en granjas y clínicas, y luego acabar trabajando de funcionario y tratando con gerifaltes. Y para eso no hay prácticas o experiencias que te preparen (verdad? ;-)).

Y alguien saldrá diciendo que no se trata de la formación específica recibida en esos trabajos para coger experiencias, sino de la adaptación al mundo laboral. Los valores que te enseñan a madurar como persona y ayudarte a enfrentarte a diferentes situaciones en tu trabajo posterior “de verdad”.
Pues es otra falacia. Porque es que resulta que las cosas que alguien tiene que aprender que van intrínsecamente relacionadas con el hecho de trabajar, las aprendes en 10 días. Al final es tan básico como aprender que ya no sólo depende de lo que tú hagas, que dependes de compañeros, jefes, que tienes responsabilidades, un horario y que responder ante alguien. Y si te queda algo, en el primer mes seguro que lo aprendes. Y ya está, no pasaba nada por no saberlo, ni por no haber tenido nunca antes un jefe. A la que te pida dos cosas la primera semana ya sabrás lo que te espera para el resto de tu vida laboral, sin necesidad de haber repuesto cajas de cereales antes.

Y algunos podrían decir que es que lo importante es que los jóvenes nos acostumbremos al esfuerzo, a ganarnos lo que tenemos, a “sufrir” para aprender de la vida. Pues mire, no. Ya nos pasamos demasiados años de nuestra vida trabajando y levantándonos temprano y llegando a las mil por obligación. Ya desperdiciamos suficientemente nuestra vida trabajando hasta tener 65 años (o más) y luego tener que conformarte con disfrutar de lo ganado dando paseos y yendo de viaje con el Imserso. Como para encima que en los primeros años de juventud en que todo es aprender, ilusión y salir al mundo, me tenga que pasar las noches de los fines de semana sirviendo mesas o colocando cereales en una estantería. Mire, pues no, seré una malcriada pero prefiero disfrutar los únicos años de “libertad” que me quedan.

Y cuando dices estas cosas, muchos demagogos te saldrían con que cómo te quejas tú, que al menos puedes tener un trabajo, que en África trabajan desde críos y sin cobrar y son pobres toda la vida. Pues sí, tiene usted razón, pero desde luego la desigualdad entre estos países y nuestra sociedad no se arregla trabajando yo con 17 años. Que parece que nos sintamos muy mal a veces por ser ricos y consumistas mientras algunos no tienen ni para comer y, en lugar de hacer algo para cambiar cómo funciona el mundo desde hace siglos, nos conformemos con sufrir trabajando más de 8 horas al día y así justificar que podamos ir a un restaurante o comprarnos un iphone.
Pues no, señores, el problema es que haya muchos que podamos cambiar de Smartphone cada año mientras otros se mueren de una diarrea porque no tienen agua corriente. Pero desde luego no se soluciona trabajando como burros, cada vez más años y cada vez  dando más las gracias por vivir más puteados.

Así que sí, que nos vendan la moto de que trabajar es un regalo y que cuanto más lo hagamos más nos dignificamos como personas, es La gran estafa no sólo americana, y no la de David O. Russell.

Que os aproveche y no trabajeis demasiado ;-)

 

sábado, 22 de junio de 2013

Arroz negro

Es imposible que este arroz, taaaan fácil, salga malo. Es súper agradecido, ya lo veréis!


Ingredientes:
100 g de arroz/persona
1 sepia
Gambas
Tinta (1 par de sobrecitos pequeños)
Tomate triturado o frito (unas cuatro cucharadas)
2 ajos
1 cebolleta
Caldo de pescado (un litro aprox.)
1 copita de vino blanco
Aceite
Sal






Preparación:

- Cortamos las gambas a trocitos y resevamos. Dejamos un par de ellas sin pelar, en entero.

- Limpiamos una sepia, la cortamos en cuadrados y la rehogamos en la paellera, y reservamos. Freímos las gambas enteras y reservamos. Vamos calentado el caldo en un cazo.





- Incorporamos la cebolleta y el ajo triturados en la paellera y rehogamos hasta que quede doradito.










- Añadimos el tomate.




 - Medimos el arroz calculando cien gramos por persona y lo ponemos también a rehogar.





 - Mojamos con vino blanco y dejamos que evapore el alcohol

- Añadimos la sepia y el caldo de pescado caliente.





  



- Agregamos la tinta, los trocitos de gamba, mezclamos, rectificamos de sal y dejamos hervir hasta que se reduzca el caldo y el arroz quede con la textura deseada. Es preferible que quede un pelín de caldo cuando paremos la cocción.





- Cuando esté, retiramos del fuego y dejamos reposar 5 minutos tapado con un trapo.

 



- Podemos servirlo con las gambas en entero y un poco de all-i-oli.


A disfrutar!!


miércoles, 12 de junio de 2013

Tarta de cumpleaños de fresas, nata y chocolate

Aquí veréis una receta muy muy fácil para una tarta de cumpleaños o cualquier otra celebración.
Es una tarta de bizcocho con una capa de chocolate negro, otra de fresas con nata y está cubierta con más chocolate negro por encima, con nata por los lados y decorada con fresa.
Para ahorraros trabajo podéis comprar como hice yo placas de bizcocho ya hechas. Así os ahorráis hacer el bizcocho y cortarlo en tres partes iguales. Tampoco es que sea muy difícil pero comprándolo te ahorras tiempo y esfuerzo, y la verdad es que no se nota que el bizcocho sea comprado, queda muy rico.

Os aseguro que el resultado es muy bueno, no se hace muy pesada y queda muy bonita.

Allá vamos!

Ingredientes:
Chocolate negro para postres (mínimo 70% cacao)
Nata para montar y nata para postres
2 cucharaditas de azúcar
Placas de bizcocho (normales o de chocolate)
Fresas
Sirope o mermelada de fresas
Para el almíbar del bizcocho borracho:
Una copa de ron o licor
Agua
Azúcar

Preparación:
Empezamos preparando el almíbar. Doble de azúcar que de agua y alcohol al gusto. Yo le suelo echar bastante cantidad porque me gusta que sepa fuerte. Lo ponéis en un cazo a reducir unos 10 minutos y reserváis para que se enfríe.

Montamos la nata. Necesitamos que tanto la nata como el recipiente estén bien fríos. La nata, con estar en la nevera un día antes es suficiente. El bol donde vayáis a montarla, metedlo en el congelador media hora antes.
Montáis la nata con las dos cucharaditas de azúcar (podéis echar más o menos depende de cuánto os guste el dulce).

Lavamos las fresas y las cortamos a trocitos. Reservamos en un bol. Si os gusta mucho el dulce, le podéis añadir un poco de azúcar para que haga como un almíbar en el bol. Yo no le echo porque me gusta el toque ácido de la fresa.

Preparamos el ganache. Ponemos en un cazo el chocolate con la nata para postres (más o menos a partes iguales, pero yo uso más chocolate que nata) y calentamos hasta que se derrita el chocolate. Reservamos. Vais a necesitar una buena cantidad. Yo os recomiendo comprar dos tabletas de chocolate negro para postres y que uséis lo que vayais necesitando.

Colocamos la primera placa de bizcocho sobre el plato en que vayamos a servir la tarta. Mojamos bien toda la placa con el almíbar ya frío, que quede bien empapado. Como la parte de abajo ya toca el plato, no se mojará en exceso y no se romperá.

Encima, colocamos el ganache y estendemos bien con una espátula. Es importante no utilizar simplemente chocolate fundido. Al meterlo en la nevera, se os endurecerá y se creará una capa crujiente de chocolate.

Cubrimos con otra capa de bizcocho (podéis también hacerla borracha con el almíbar o no). Mezclámos las fresas con la nata montada (dejamos un poco de nata montada para el final) y las ponemos encima del bizcocho.

Cubrimos con la última capa de bizcocho y napamos con el ganache. Decoramos con fresas, sirope o mermelada, nata montada, etc. Metemos la nata montada que nos ha quedado en una manga pastelera y cubrimos los lados de la tarta.

Metemos a la nevera una hora y dejamos fuera una media hora o 20 minutos antes de comerla.


Tiramisú

Para mí, éste es el mejor postre que existe en el mundo. Un buen tiramisú no tiene rival.
Ahora bien, debe estar bien hecho y, sobretodo, tener su gran signo distintivo: el bizcocho del fondo bien mojado en café. Si un tiramisú no tiene una base de café potente, no es un tiramisú.

La receta que os pondré ahora se podría hacer en una fuente grande y servir en platos, pero os recomiendo que, como yo, lo preparéis en copas individuales. Es mucho más fácil de controlar y darle estabilidad a la crema y queda mucho más bonito.

Vamos allá:

Ingredientes:
2 claras de huevo
4 yemas de huevo
400 gramos de mascarpone
80 gramos de azúcar
Café cargadito
Bizcocho (normal, de chocolate o mármol)
Cacao en polvo mínimo 70% cacao
Licor (de almendras, de avellana, de café o incluso ron)

Preparación:
Lo primero es preparar un café cargado, sin azúcar, y dejar enfriar.
Montamos las claras a punto de nieve y reservamos.
En otro bol batimos las yemas y el azúcar hasta que quede bien mezclado. Añadimos poco a poco el mascarpone mezclándolo con movimientos suaves y envolventes, sin batir.
Añadimos a la mezcla anterior las claras de la misma manera que el mascarpone, con mucho cuidado y sin batir.
Ponemos trocitos de bizcocho en el fondo de las copas y aplastamos un poco hasta crear una capa uniforme y gruesa.
Mezclamos el café con el chorrito de licor o ron y mojamos el bizcocho de las copas con la mezcla. Cuando el bizcocho esté bien empapado (es importante una buena cantidad, que quede bien mojado con el café) paramos.
Cubrimos el bizcocho con la crema hasta la mitad. Espolvoreamos cacao y volvemos a poner una capa de crema. Acabamos espolvoreando más cacao.
Metemos las copas en el frigorífico 3 horas, tapadas con papel film. Cuando las saquemos, podemos volver a poner un poco más de cacao en polvo y decorar con una fresa, con una figurita de chocolate, o lo que nos apetezca.

Y a disfrutar!

















martes, 11 de junio de 2013

Ser guay en tiempos de crisis. Ser emprendedor.

Mi compañero de fatigas ha decidido hacerse emprendedor. Hacerse emprendedor en los tiempos que corren viene a ser lo mismo que hacerse hippy en los sesenta o no lavarse el pelo, agujerearse la ropa y suicidarse antes de los 30 a principios de los noventa.
La diferencia es que los hippys y los grunge tenían claro que entraban a formar parte de un subgrupo social, que seguían una tendencia del momento, para diferenciarse del resto. Los emprendedores no creen escoger una alternativa entre varias, sino que están convencidos en que cogen la única alternativa aceptable en estos momentos. Y éso les acerca a una autovisión de superioridad moral que hace que no sean tan simpáticos como los emporrados o los suicidas.
La similitud entre movimientos viene dada por el hecho de que todos ellos creían que su tendencia sería inmortal. Y tal como acabó la moda de los pantalones de campana y las flores en el pelo, la burbuja que se han creado los emprendedores desde hace unos años, acabará explotando.

Los lectores más perspicaces ya se habrán dado cuenta de que mi actitud hacia los emprendedores no es especialmente positiva. Sois unos linces, pero ahora os voy a explicar por qué.

No es que tenga nada en contra del progreso. No soy una de esas personas que delante de cualquier cambio diga: "vamos a peor". Pero no me gusta que me disfracen el humo como el gran invento de la humanidad.

La primera cosa que me saca de quicio del movimiento emprendedor es el hecho de obviar siglos y siglos de historia de la humanidad. Pensar que unos cuantos pijitos de esade han descubierto cómo ganarse la vida y que, todo lo que llevaba haciendo el hombre hasta el momento, era otra cosa.

La segunda cosa que no soporto es esconder bajo buenos discursos la intención más antigua y inherentemente humana de todas: ganar dinero.
A ver, en serio, quien crea un negocio de gestión de ideas positivas online o de venta de productos nacionales a españoles expatriados no lo hace porque sea mejor persona que tú y que yo, o porque quiera sembrar la semilla de la innovación en el mundo. Lo hace para ganar dinero, igual que el carnicero del barrio o el administrativo de cualquier empresa.
Y no pasa nada, es lo más normal del mundo. Todo el mundo tiene que ganarse el pan de alguna manera, es muy lícito. Lo que no lo es, es negar que estás haciendo lo que haces para ganar un sueldo como cualquier hijo de vecino.

La tercera cosa a criticar es la capacidad que tienen para venderte necesidades inexistentes. Resulta que ahora nadie puede vivir sin un MBA, sin unas buenas sesiones de coaching y risoterapia de colores, o sin enviar pañales con dedicación personalizada a la amiga que acaba de parir.
¿En serio éso es avanzar como especie?

La cuarta cosa alarmante es que estamos creando generaciones de gente repelente. Hace un tiempo mi querido hermano me dijo que el futuro estaba en los niños que cuando les preguntabas qué querían ser de mayores, respondieran "aún no se ha inventado".
Sintiéndolo mucho por mi querido hermano, si me sale un hijo que me diga semejante frase le dejo un mes entero castigado.
A ver si nos entendemos, no necesitamos más gilipollas (con perdón) en el mundo, que ya tenemos de sobra. El niño que no diga que quiere ser médico, futbolista o astronauta, y diga que quiere hacer algo que aún no se ha inventado no es un niño normal ni será un adulto normal.
Por no hablar de que el ratio de sociópatas aumentará exponencialmente.

Al final, después de tanta bilis, tengo que decir que no estoy realmente preocupada. Como he dicho antes, creo sinceramente que ésto es una moda, una burbuja más que acabará explotando. Es como todos los negocios de internet del momento: facebook, twitter, etc. Si te paras a pensar cómo es que los directivos de estas empresas son ricos si no venden "nada", sólo por la idea, te das cuenta de que tarde o temprano, cuando la gente se harte de facebook y los anunciantes retiren la publicidad para irse a la nueva red social del momento, facebook qué tendrá? Humo.
Lo único que me molesta realmente del tema es que no hay día en que no oiga la palabra emprendedor, ya sea en las noticias, en las tertulias, en las conversaciones de bar (de lounge-bar, no de Casa Pepe), o en la boca de los grandes economistas del momento que se pasean por los diferentes medios de comunicación explicando lo mierdas que somos, lo mal que nos seguirá yendo o que la única solución está en ser emprendedor.
En serio, dejadlo ya. Porque al final lo único que vais a conseguir es explotar un negocio poco explorado en este país: la venta al por mayor de Kalashnikov. Igual sí que así salimos de la crisis...

P.D.: Todo ésto empezaba hablando de que mi compañero de fatigas ha decidido hacerse emprendedor. Tranquilos, lo hemos cogido a tiempo, y ya tengo preparadas unas cuantas sesiones de antídoto para la epidemia. No llegará a más, está todo controlado.



sábado, 8 de junio de 2013

Entrada culinaria III: dos comidas de diario

Ahora vienen dos recetas para el día a día. Una lasaña boloñesa y una ensalada de lentejas. Muy apetecibles ambas.


Lasaña boloñesa
















Ingredientes:
Placas de lasaña
Botifarra
Un filetito de pollo
Tomate triturado
Queso suave rallado
Bechamel (harina, leche, nuez moscada, aceite y sal)
1 zanahoria
Un trozo de calabacín
Salsa Perrins
Vino rancio
1/2 cebolla
1 diente de ajo
Azúcar
Sal
Albahaca picada


Preparación:
Ponemos en remojo las placas de lasaña siguiendo indicaciones de fabricante.
Pelamos la zanahoria y el calabacín y cortamos a daditos muy pequeños. Ponemos la zanahoria en una sartén con aceite y un toque de sal a sofreír. Cuando casi esté, añadimos el calabacín y rehogamos.
Reservamos las verduras en un plato. Cortamos la cebolla en juliana muy fina y pochamos hasta que esté caramelizada. Ponemos en la sartén nuevamente las verduras y el diente de ajo picado.
Quitamos la piel de la botifarra y desmenuzamos bien. Añadimos a la sartén y doramos. Añadimos el filete de pollo picado y rehogamos hasta que se haga.
Mojamos con el vino y dejamos reducir. Añadimos un chorrito pequeño de salsa perrins.
En otra sartén, ponemos el tomate triturado, con un chorrito de aceite, azúcar, sal y albahaca picada. Reducimos y lo añadimos a la sartén de la carne y verduras.
Preparamos una bechamel no muy líquida.
Ponemos papel de horno en una fuente y colocamos las placas de lasaña. Ponemos la carne encima y repetimos la operación acabando con una capa de placa de lasaña.















Cubrimos con tomate y bechamel y luego con el queso rallado. Gratinamos hasta que se dore un poco.



Ensalada de lentejas:


















Ingredientes:
Lentejas
Una zanahoria
Aceitunas rellenas de anchoa o sin hueso
Piña troceada (natural o de bote)
Atún al natural
Queso curado
Nueces troceadas
Aliño: Aceite de oliva virgen extra, salsa de soja y miel. O simplemente aceite si sois más clásicos.

Preparación:
Cocemos las lentejas y escurrimos y reservamos en una fuente.
Cortamos la zanahoria y las aceitunas a trocitos. Se lo añadimos a las lentejas junto con la piña, el atún bien desmenuzado y las nueces.
Cortamos daditos pequeños de queso y se lo añadimos.
Preparamos una vinagreta con la miel, el aceite y la soja.
Servimos fría.

Entrada culinaria II: cena de amigos

Cena de amigos, de noche de fútbol, para un cumpleaños infantil, etc. Para lo que haga falta. Básicamente es una pizza y un pastel gratinado.

Pizza "my way"


















Ingredientes:
Masa de pizza congelada del eisman o finísima de buitoni (o hecha por vosotros)
Tomate triturado
Calabacín
Piña a trocitos (de bote o fresca)
Jamón york
Mozzarella rallada
Champiñones
Orégano
Azúcar
Miel
Sal
Aceite
Albahaca (opcional)


Preparación:
Estendemos la masa bien fina y reservamos.
Ponemos el tomate triturado en una sartén junto con un chorro de aceite, una cucharada de azúcar y un poco de sal. Añadimos albahaca picada si queremos. Dejamos que haga "chup chup" hasta reducir el agua y corregimos de sal y azúcar.
Cortamos el calabacín pelado a rodajas y las freímos. Retiramos el exceso de aceite con papel de cocina y reservamos.
Sofreímos los champiñones laminados.
Ponemos el tomate sobre la base de pizza y añadimos orégano picado.
Colocamos la piña escurrida, el calabacín y los champiñones. Cubrimos con el queso rallado y, por último, colocamos los trozos de jamón york.
Echamos un poco de miel repartida por toda la pizza y metemos al horno (muy caliente) hasta que se dore y quede crujiente.


Pastel gratinado de jamón y queso
















Ingredientes:
Pan de molde
Leche
Huevos
Mezcla de 4 quesos rallados
Jamón york en lonchas gruesas
Queso en lonchas
Champiñones laminados
Tomate frito
Mantequilla o margarina
Harina
Aceite
Nuez moscada
Sal

Preparación:
Sofreímos en una sartén los champiñones, añadimos un poco de tomate frito y reservamos.
Preparamos una bechamel no muy espesa con el aceite, la harina y la leche. Añadimos sal y nuez moscada. Mezclamos la bechamel con el tomate frito para hacer una salsa aurora.
Engrasamos con mantequilla el molde de horno. Mezclamos los huevos con la leche y mojamos el pan de molde en la mezcla.
Colocamos una capa de pan, una de queso, una de jamón y una champiñones. Repetimos la operación. Cubrimos con la salsa aurora y el queso rallado. Gratinamos.