sábado, 30 de junio de 2012

Antes de empezar a sufrir, toca disfrutar

Por sufrir entiendo pasarme un mes en una ciudad europea a gastos pagados, aprendiendo un idioma, conociendo a gente nueva y viviendo en un buen apartamento con mi hermano. Sí, definitivamente éste es el primer mundo... el primer mundo en gilipolleces, concretamente.

Pero aceptando la idiosincrasia de nuestro mundo, sufriré. Para una persona como yo, osease, una inútil en las relaciones sociales, es bastante desagradable y estresante tener que enfrentarse a una situación donde todo es nuevo, donde el idioma que te rodea te queda bastante ajeno, donde valentía y desparpajo triunfan por encima de la vergüenza y la timidez, donde tienes que conocer gente que quizás no decidirías conocer en tu territorio y donde tendrás que vivir, tanto si te gusta como si no, un mes entero.

Por éso, ante semejante ataque a mi cerebro antigregario, he decidido (yo, y la persona que tendrá que aguantar mis quejas y sufrimientos por teléfono/internet durante todo el mes) pasar un bonito fin de semana de relax y placer en Barcelona.

Básicamente, el plan consistía en hacer un poquito de turismo, disfrutar de una bonita estancia en un hotel de 4 estrellas y, ante cualquier otra cosa, comer. Sí, digámoslo claro, hemos venido aquí este fin de semana a comer como si no hubiera un mañana: paella espectacular en la Barceloneta, con postre exquisito (y ultracalórico) después, cruassant espectacular y chocolate para merendar, y cena de nivel en el hotel; éso sí, con tres bolas de sorbete para desengrasar. Se ve que biomanan no les quedaba.
Y mañana domingo, desayuno buffet en el hotel, comida en un italiano y merienda en una cafetería ya elegida expresamente. Con un par.
El tema del turismo era la excusa perfecta para jalar sin remordimientos.

El tema del hotel... 4 estrellas: sí, pero no. El problema es el de muchos hoteles de este país: poner por delante siempre al turismo extranjero, y las sobras para los de aquí.
Y no, no me ha poseído el fantasma de Josep Anglada. La cosa es que si ves que la piscina del hotel, chulísima, en Barcelona y con 27 grados bien buenos, cierra a las 6 de la tarde... mal vamos. Cuando ves que el restaurante para cenar abre a las 8 de la tarde y cierra a las 10 y media... algo raro pasa. Que el desayuno acabe a las 10 y media... quizá sea más culpa de nuestra vaguería que del horario internacional, vale. Pero que la terracita del hotel para tomar una copa por la noche cierre a las 12 de la noche ya es para plantarse.
Todo ello con camareros y recepcionistas casi extrañados de que venga alguien hablando otro idioma que no sea el inglés, y extranjeros por todas partes.
Todo ésto es muy bonito pero hacen que el hotel en cuestión quede un poco alejado de esas 4 estrellas anunciadas.
Pero como aquí hemos dejado claro que hemos venido a comer, para ser justos, la cena era excelente.

Así que éso es todo, voy a disfrutar de mis últimas 24 horas de relax disponibles,  antes de pasar a estresarme este lunes por cómo hacer una maleta para un mes entero con una limitación de peso de compañía low-cost. Bonito tema para comentar en otra entrada, por cierto. Lo del low-cost, no lo de la maleta.

Sed buenos, y comeos algo a mi salud.

2 comentarios:

  1. Ya veo que te estas preparando para la operación Bikini.....ya pondrás fotos jejejejejeje
    Besitos

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    1. Total, en Dublín creo que el bikini no me va a hacer excesiva falta :-D
      Un fin de semana de excesos pero ahora ya vuelta a la normalidad ;-)

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