martes, 11 de diciembre de 2012

El futuro sigue siendo incierto, pero menos.


Hace casi dos años, me empezaba a plantear muy seriamente darle un giro radical a mi vida. Bueno, radical en la forma, no en el contenido.
Resulta que se suponía que era una chica corriente de Madrid que estudiaba una carrera, psicología, en una universidad de Madrid, con pareja desde hacía casi dos años, buena relación familiar y, aparentemente, feliz. Pero mira, casualidades de la vida, quien parece tener una vida, si no perfecta, aceptablemente buena, resulta que no es feliz.
Y quien no es feliz tiene dos caminos que seguir: quedarse como está o preguntarse si puede hacer algo para cambiarlo.
En mi caso fue fácil descubrir el origen de mi infelicidad. Todo en mi vida iba muy bien salvo el hecho de no poder estar cuando quisiera con mi pareja, a quien le dio por nacer a varios km de distancia de mi.
Así que, volviendo a hace casi dos años, y al giro radical que me estaba planteando, me dio por decir en voz alta lo que llevaba pensando como imposible durante muchos meses: y si me voy a vivir con él, dejo mi familia, mis amigos, mi universidad, intento no dejar mi carrera, y estoy con la persona que hará que sea feliz?

Pues resulta que el susodicho está aún más loco que yo y me dijo que sí, así, sin pensar. Pues vale.

No sé muy bien cómo, en menos de 6 meses ya estaba instalada en un piso a muchos km de distancia de mi casa, con una maleta enorme llena de todo lo que creía que necesitaba para vivir y no echar demasiado de menos mi vida anterior, haciendo trámites para cambiar de universidad (y para descubrir que el suicidio o el asesinato nunca deben descartarse), con mucha ilusión y, para que negarlo, un poquito de miedo.

Desde el principio tenía claro por qué lo hacía y por qué debía hacerlo. En mi cabeza bailaba un argumento de tanto peso que era imposible rechazármelo a mi misma. Por suerte, mis padres, que eran los que podían decir la última palabra, decidieron que el argumento era lo suficientemente bueno: si por culpa de irme tengo problemas con la carrera, con los estudios, no pasa nada, porque para seguir estudiando, lo que sea, siempre hay tiempo. Para estar con la persona de tu vida, a veces no.

Entre pitos y flautas ya casi han pasado dos años de aquella decisión y, con la perspectiva que te da el tiempo, sé que tome el camino correcto porque era el único del cuál no podría arrepentirme nunca.
Sin embargo, hay días en los que te dicen que tienes que pagar un curso más en la universidad porque no te reconocen todas las asignaturas hechas hasta el momento, o hay días que abres el armario de la habitación y descubres que fue comprado desde la visión de necesidades de un soltero antiestética, o hay días que quieres compartir una receta o un cotilleo con tu madre y el teléfono se vuelve insuficiente, o hay días que te tienes que conformar con el whatsapp para hablar con tu hermano… pero bueno, no te sientes tan mal porque sabes que aquí no eres tú quien te has ido, sino que él ha hecho lo mismo, osea que no te preocupas [;-)], o hay días que te gustaría olvidarte de los números de tu cuenta corriente y no puedes porque no tienes a tu padre, protector económico número uno, al lado,  o hay días en que… te vas a dormir y sabes que incluso con todas estas cosas, eres más feliz que hace dos años y sabes bien que la razón de ello es el ovillo con ojos que respira a tu lado.

Pero pensando estos últimos días en mi espinita clavada de estudiar enfermería y tal como están las cosas últimamente, pienso en si algún día seré capaz de estudiar la carrera que no puedo dejar atrás, y me viene a la cabeza el argumento de hace dos años, concretamente la parte de que para estudiar siempre hay tiempo, pero resulta que fuera del éxtasis de poner patas arriba tu mundo, el argumento sigue siendo válido pero un poco menos terrenal.
Pero qué cosas tiene la vida, resulta que tienes una súper madre que decide, a sus 52 años, volver a ponerse a estudiar, a levantarse a las 7 cada día, a volver por la tarde y no mirar la tele o planchar porque tiene que estudiarse el cuerpo humano o las cuentas, como ella se refiere a las matemáticas. Y, entonces, vuelve a venir tu propio argumento a la cabeza, y tu rechazo momentáneo por poco factible se ríe en tu cara con un gesto de reprobación.

Si tú puedes volver a estudiar después de tantísimos años, mamá, y sin ninguna razón más poderosa que las ganas de aprender y mejorar como persona, yo también podré, algún día. Gracias por recordármelo.

A todos los que hacéis posible que escriba esto mirando el armario de soltero y no desde la capital del reino, gracias. Y a ti, ovillo con ojos que respira, gracias, pero por existir.

FELIZ NAVIDAD!

jueves, 15 de noviembre de 2012

Política: tenemos que recuperar la esencia


Soy consciente de que este blog estaba dando señales claras de muerte inminente, pero me he propuesto ponerle un chute de adrenalina a ver si va aguantando un poco más. Sé que muchos al leer el título pensarán que he confundido el bote de adrenalina por el bote de algún somnífero potente. Cuestión de pareceres.
A todos aquellos que han ido entrando paulatinamente a ver si había alguna entrada nueva, gracias. Sois gente con fe y esperanza, y eso es bonito.
A todos aquellos que han ido entrando paulatinamente sólo para recordarme cuánto  tiempo hacía que no escribía una entrada, que sepáis que si no eres Cristiano Ronaldo, es difícil que cuando te venga a la cabeza una reflexión o pensamiento, creas que es lo suficientemente interesante como para sentar tu culo en una silla y ponerte a escribir. Y no sólo escribirlo, sino publicarlo para que otros lo puedan leer.
Sigo sin creer que los post escritos hasta el momento y éste mismo sean dignos de mi tiempo para escribirlos y vuestro tiempo para leerlos, pero hay días en que tienes más ganas de marcha y menos ganas de hacer cosas de provecho por la humanidad.

Tenía en mente crear un nuevo post con algún tema que no hubiera toca hasta ahora. Y esta mañana, mientras me tomaba los cereales, a mi cerebro le han venido ganas de pensar en política. Así es él. Y ahora ya es tarde para reclamar a fábrica.

Se acercan elecciones. Concretamente a Catalunya y en pocas semanas. Con la segunda cucharada de Corn Flakes pensaba en porqué tanta gente ha perdido la ilusión en la vida política, si es que alguna vez la ha tenido.
Yo no le voy a poner un nombre de tertuliano medio tipo “desafección política”, porque queda muy guay pero no viene a decir nada. Mi estilo inexistente consiste en ir tirando reflexiones como caigan y si el lector está mínimamente interesado alguna pillará. Si no pilla ninguna aun estando interesado quizá sí que debería plantearme certificar día y hora de la muerte de este seguidísimo blog.
Vamos allá.

Para empezar quiero aclarar, por si alguno de los que lee lo está pensando o lo ha pensado ya, que ser apolítico es ser una ameba. Ni es guay, ni significa lo que la gente que normalmente se lo autoadjudica  como etiqueta social quiere que signifique, ni es verdad en términos objetivos.
La política no es leer periódicos, ni ver debates, ni ir a votar, ni creerte a los políticos o que te guste alguno, que también. La política lo es TODO. Es política que el parque de tu barrio tenga carril bici o no, que permita entrada de perros o no. Es política si en una ciudad hay un hospital, dos o ninguno. Es política que la línea de autobuses pase cerca de tu casa o no. Es política lo que cobras por trabajar. Es política que en el hospital te hagan una resonancia o no te la hagan. Es política que te puedas comprar la camiseta que lleva todo el mundo del zara.
Política son decisiones, la mayoría de veces no mediáticas ni totalmente determinantes para la vida de los individuos.  Etimológicamente (y que me perdonen los entendidos) vendría a ser la manera en la que se organizan las ciudades; adaptado a nuestra era, la manera en la que organizamos nuestra vida en sociedad.
Por tanto, como el señor Punset dice que somos seres sociales, no sois apolíticos. O sí, si sois amebas ermitañas, pero no porque no queráis votar o no os guste ver a los políticos por la tele.

Respecto a por qué la gente tiene este sentimiento derrotista, esta desilusión permanente respecto a la clase política, la devaluación del acto de ir a votar; la responsabilidad es claramente de políticos y ciudadanos. No sólo hay un bando “culpable”.

Es cierto que los políticos son en una muy buena parte responsables. Han perdido en algún sitio el sentido y objetivo de su profesión (no todos, ojo). 
Mucha gente que acaba siendo política de primera línea (no son sólo políticos los que salen por la tele), lo son por tener una idea de sociedad, de país, y querer llevarla a cabo, tener el poder que permita llevarla a cabo.
Esto está bien en parte, ya que te aseguras gente ambiciosa, con ganas de trabajar, con objetivos, ideas propias, valientes, etc.
Pero está mal porque hay un fallo de concepto. El objetivo de un político no es servirse a si mismo, servir a la idea previa que tenía sobre cómo quería que fuera la sociedad en la que vivía.
El objetivo de un político es servir al pueblo (frase tan prostituida que sólo de escribirla me arrepiento de tener que decirla). Y servir al pueblo significa hacer una propuesta, mostrar tu plan de acción. Y permitir que el pueblo, libremente, te lo “compre” o pase de él y “compre” el de otro político. Y tú como político debes tener el valor de no caer en el desprecio y minusvaloración de las ideas del político ganador, osea el desprecio a las ideas que persigue el pueblo, y de apuntar qué ha comprado la sociedad, e intentar que tu próximo plan de ruta sea lo más parecido posible a lo que el pueblo prefiere, aunque tengas que renunciar a tu idea soñada de sociedad, y aunque creas que el pueblo se equivoca y que tu idea es mejor.

Y éste no es un aprendizaje único y exclusivo para políticos, sino para el ser humano que quiera vivir en democracia; no, para el ser humano en general que quiera evolucionar y no extinguirse como especie. O aprendes a manejar tus expectativas y reajustarlas si la cosa tira hacia un lado diferente al que pensabas, o te quedas fuera.

Pero como decía, la culpa no sólo es de los políticos. Los políticos han perdido su esencia en parte también porque nosotros hemos perdido la nuestra y hemos permitido que ellos la pierdan.
Se os ha olvidado lo que quería decir ser ciudadano libre y con derecho a voto. Si tengo el día pesimista me da por pensar que muchos nunca han aceptado las condiciones que esta etiqueta llevaba implícitas. Y otros muchos, incluso sabiéndolo, nunca la han querido aceptar.
Pero si tengo el día bueno, quiero pensar que es que se nos ha olvidado, como a aquellas parejas que se querían antes, pero que ahora ya no se acuerdan de por qué o cómo se demostraba.

Y aun no queriendo ser simplista, inevitablemente muchas cosas se me reducen al voto. Hemos infravalorado tantísimo su valor, hemos olvidado tanto el significado que tiene realmente, que ahora mismo decir que irás a votar es casi una ofensa para el que te escucha, y una ofensa para ti mismo.

Ir a votar es muy importante. Yo lo veo como depositar en una urna la copia de una llave de acceso a tu mundo como individuo. Todas esas decisiones cotidianas de las que hablaba antes y que nos afectan en menor o mayor medida cada día, y también todas esas decisiones de gran calibre que sólo hay que tomar de vez en cuando, dependen de la confianza que depositas a un determinado grupo de personas yendo a votar. Les estás dando un poder grandioso, el poder de servirte a ti como ciudadano, el poder de velar por tu bienestar y tu progreso.  El poder de escucharte.
Y que nada de eso sea como esperábamos no sólo es culpa de que el político es un capullo y nos ha engañado. También es responsabilidad nuestra, primero por no depositar nuestro voto sabiendo que lleva implícito todo esto, y cuantas más esperanzas depositas, más decepciones te puedes llevar; también es responsabilidad nuestra que cuando nos decepcionan, nos quedemos sentados y quejándonos porque no han cumplido.
Dos problemas: uno, no les hemos dejado claro a nuestros políticos que significaba que les votásemos. No significaba manga ancha o elogios a lo que bien que les sienta la corbata. Significaba dejarles ser nuestros representantes; y dos, si una vez dejado claro no cumplen, se tienen que ir a la calle.
Aquí entraría en juego el bello arte de dimitir, el cuál no sólo depende de la moral del político que puede o no hacerlo, sino de la presión moral que ejerce la sociedad para obligarle a hacerlo.

Pero bien, no quiero tocar tantos temas porque si no quedará más espeso que un discurso radiofónico de Eduardo Martín de Pozuelo (guiño especial a mis suegros).

Sólo quiero hacer dos apuntes más. Uno es en referencia a los partidos más minoritarios. Nos quejamos mucho del bipartidismo instaurado en España (en Catalunya no es tan bestia, y es curioso ver cómo se gestiona la diferencia), pero no caemos en la conclusión de que parte de culpa también la tienen los partidos más pequeños. Si un señor, con su partido, que decide presentarse como candidato a presidente de un país, no se cree con posibilidades de serlo, no crea un programa electoral dirigido a un posible gobierno real, no le puede pedir al ciudadano medio que crea en él más de lo que cree él en si mismo.

El último apunte es sobre la ambigüedad en el discurso político. Al final, si te paras a analizar qué quiere decir cada político cuando habla, qué discurso, en sentido figurado, sostiene cada partido en referencia a diversos temas, consigues entenderlo y situar a cada uno donde toca.
El problema es no tener el valor de expresar una opinión de manera clara y sencilla.
En la ambigüedad se vive estupendamente. No tienes por qué mojarte nunca, estás situado pero si te sitúan demasiado te quejas de que se te malinterpreta. Dices cosas a medias para contentar a todos aquellos situados en el rango al que te interesa dirigirte. A los que quedan totalmente fuera del rango, sí, les hablas claramente, con desprecio cristalino.
Lo que no se le puede pedir es a la señora María, que ya le cuesta entender cada día las noticias y que no acabó los estudios, pero que va cada domingo de elecciones religiosamente a votar, que lo siga haciendo sin entender qué narices le estás explicando (o vendiendo).
Si por ser claro resulta que pierdes votos de los que se mueven en la ambigüedad constante, te aguantas. Pero al menos estás siendo lo suficientemente valiente y digno de tu cargo como para ofrecer tu opinión sobre temas claves sin tapujos.

En fin, cambiar todo este giro social es complicado, no se consigue de la noche a la mañana. Sólo quiero reflejar mi más profunda esperanza y optimismo de que esto no tiene por qué ser así siempre. Soy consciente de que mi discurso suena romántico y propio de estar entrando en la veintena, pero resulta que si me espero a hacer esta reflexión para cuando esté asqueada de todo, algunos de mis seguidores habrán muerto antes de saber si abandoné realmente el blog o es que hago períodos de descanso prolongado.

 Y no, no pienso pedir a nadie que vaya a votar en las próximas elecciones. Básicamente porque tras lo dicho en todo mi escrito, creo que sólo deberíamos votar cuando tengamos bien claro qué estamos haciendo al meter un papelito en una urna de cristal, qué significa la palabra política, y cuál es el verdadero trabajo del señor que sale en traje por la tele y al que (casi) todos critican.


P.D.: Revisando el número de páginas que me ha ocupado esto en el word, soy totalmente comprensiva si alguno se ha quedado en la segunda línea y ha borrado definitivamente el enlace del blog de favoritos. Yo debería hacerlo también.

 

miércoles, 3 de octubre de 2012

Tarta Sacher

Pues bien, aquí vamos con una receta más, después de un tiempo de desconexión:

Si os gusta el chocolate tanto como a mi, disfrutaréis mucho con esta tarta. Pero si no os va demasiado, os aseguro que también os gustará. Fuentes cercanas lo confirman...

Allá vamos, pues.

Ingredientes:

Para el bizcocho:
60gr. de almendra (sin sal, tostadas o al natural; peladas)
50gr. de harina
40gr. de azúcar glas
40gr. de azúcar normal
50gr. de mantequilla
3 huevos
75gr. de chocolate (lo más negro posible)
5gr. de levadura sal
vainilla
mermelada de fresa (o de cualquier otra fruta)

Almibar:
agua
azúcar 
ron

Cobertura:
125gr. de chocolate (lo más negro y denso posible, o de cobertura o fondant)
125gr. de nata para montar

25gr. de mantequilla



Preparación:

Derretir los 75gr de chocolate al baño maría o en el microondas.
Mezclamos el azúcar glas y la mantequilla a temperatura ambiente con la batidora de varillas.
Las almendras las picamos con la batidora y reservamos.

Añadimos el chocolate fundido (un poco templado) a la mezcla anterior de mantequilla y azúcar y batimos.
Separamos las claras de las yemas. Añadimos las yemas una a una, batiendo cada una de ellas.
Montamos las claras con el azúcar normal. Echamos la vainilla (abrimos la vaina a lo largo con un cuchillo afilado y recogemos con la punta todos los polvitos negros de la vainilla), las almendras y mezclamos.
Incorporamos las claras poco a poco, con movimientos envolventes. Mezclamos la levadura con la harina y la sal, y tamizamos sobre la mezcla.
Untamos el molde con mantequilla. Echamos la mezcla  y ponemos el horno a precalentarse 5 minutitos a 180ºC.
Meter el bizcocho al horno, a 180ºC durante, aprox. 20 minutos. Cuando empiece a subir, y lleve aprox. 15 minutos, pinchad en el centro. Si sale limpio, lo sacamos, si no, lo dejamos un poco más.
La gracia es que no quede seco, osea que en cuanto no salga manchado el palo, lo sacamos enseguida.

Desmoldamos y batimos la mermelada. 























Hacemos el almíbar, hirviendo el agua, el azúcar y el ron (bastante a ojo, más o menos misma proporción de agua y azúcar, y el ron a gusto, yo le eché bastante, pero es ir probando cuando ya casi esté y notar si le falta sabor o no, tiene que estar un pelín fuertecito, porque si no el bizcocho no cogerá sabor). Hervir hasta que se reduzca y el líquido se espese un poco, unos 15 o 20 minutos, aprox.
Preparamos la cobertura, llevando a ebullición la nata en una cazuela. Cuando empiece a cocer, retiramos y echamos el chocolate, moviendo hasta que se funda. Añadimos la mantequilla.


 

Partimos el bizcocho por la mitad (primero hacemos una incisión con un cuchillo bien afilado; luego cogemos un hilo de costura, suficientemente largo, y lo metemos por la incisión y vamos tirando de él hacia adelante, sujetando el bizcocho por arriba. Es la mejor manera de cortarlo de manera regular).

La mitad inferior la bañamos en un plato hondo donde hayamos puesto el almíbar ya hecho, que chupe bien el líquido.
Ponemos la mitad inferior, ya bañada, en una bandeja de rejilla de horno, echamos la mermelada por encima, y tapamos con la otra mitad.






































Colocamos la bandeja de rejillas sobre una bandeja de horno lisa.
Bañamos el bizcocho con la cobertura de chocolate(utilizad toda la cantidad, tiene que quedar una cobertura espesa). Dejamos enfriar (mejor si se puede enfriar fuera de la nevera que dentro, osea que hacedlo con tiempo).


















Cuando esté la cobertura endureciéndose, ya podemos poner nuestra tarta encima de una bandeja o plato normal. El paso de ponerlo en bandejas de horno yo no lo hice, y me arrepiento. Es la mejor manera de que el chocolate se quede en el bizcocho, pero no en el plato, cayendo lo que sobre a la bandeja.
Y ya está. Luego podéis decorarlo como queráis. Yo utilicé sirope de fresa para poner una felicitación (era para un cumple).





























Espero que lo disfruéis!



miércoles, 5 de septiembre de 2012

Receta: Empanada anónima

Pues allá vamos con la primera receta. La verdad es que no sé que nombre ponerle, porque tiene bastantes ingredientes, así que de momento se queda como anónima.

Ingredientes:
Carne picada (preferiblemente de cerdo. Si puede ser de butifarra, mejor)
Miel
Almendras
Manzana
Piña natural
Ron
Ajo
Cebolla
Salsa de soja
Masa de empanada
Yema de huevo
Aceite
Preparación:
1. Triturar la cebolla. Pochar. Añadir la carne picada (si es de buti, desmenuzarlar y listo). Tostar bastante la carne.
2. Añadir un ajo majadito y una copita de ron bueno. Dejar reducir.
3. Cortar la manzana (entre media y una, depende del tamaño), sin piel, y echar a la sartén. Añadir también la piña cortada en trocitos.
4. Picar las almendras, sin piel. Añadir a la sartén.
5. Añadir un buen chorro de miel a la sartén. Echar salsa de soja. Rectificar de sal y miel.
6. Dejar que se acabe de hacer un poco la fruta y coger todos los sabores.



7. Separar en dos mitades la masa de empanada. Poner el relleno encima de una mitad, tapar con la otra y sellar los bordes con un tenedor.



8. Pintar con la yema del huevo la masa, pinchar un poco con un tenedor y meter al horno, 180 grados, unos 15 minutos, depende de la potencia.



9. Comer.




martes, 4 de septiembre de 2012

Salir de compras o salir de fiesta?

Mis neuronas están descansando en su tierra de origen. Volverán igual de fritas, éso seguro, pero al menos con un frito un pelín más saludable, porque comenzaban a estar requemadas.
Básicamente nos estamos dedicando a dormir más de lo habitual, recordar lo que es vivir con una madre al lado (la naturaleza es sabia), y salir de fiesta.

Si me conocéis, sabréis que una de las tres cosas seguramente sea mentira. Realmente lo es, porque las fiestas y yo estamos en polos opuestos. Pero ayer tuve la sensación de estar haciendo la ruta del bakalao.

Lunes por la tarde, madre e hija se dirigen a pasar unas bonitas horas llenas de amor y consumismo. Centro comercial, vestidas de verano. Estamos situados.
Entrar a las tiendas es toda una experiencia sensorial:
- Frío: probarte un jersey o una bufanda de nueva temporada se convierte en el placer más absoluto. Podríamos haber comprado en el super unas barritas de merluza pescanova para cenar y no se nos hubieran descongelado, con éso lo digo todo.

- Oscuridad: en las cuevas de Altamira hay más luz que en un pull&bear. No distingues ni formas ni colores.
Según mi madre, hecho a propósito para comprar al tuntún. Vale, sí, pero si se pasan igual la jugada les sale mal porque las chicas consumistas ya estamos atontadas, ya, pero si al llegar a casa descubres un jersey de hombre en lugar del vestido vaquero que querías, igual lo acabas descambiando (o no, y te pones el jersey a modo de vestido, un cinturón apretado, y te conviertes en it girl).

- Música: dicen que la música amansa a las fieras, pero la música de cabecera de las tiendas de ropa consiguen más bien sacarme la fiera que llevo dentro.
Todo el mundo conoce al típico alternativillo que te dice "en las discotecas no se puede hablar, está la música muy alta". Muy bien, y en el cine no se puede leer, porque están las luces apagadas.
Pero claro, vamos bien si ahora resulta que en las tiendas de ropa tampoco se puede hablar, donde la figura del "consultor" es básica (básicamente madres o amigas, a las que nunca haces caso con su consejo, y la única diferencia que hay entre ellas es que a unas se lo dices abiertamente, y a otras se lo maquillas en plan "es muy mono, pero más para ti que para mi, yo no me veo").
Yo creo que llegará el día en que tengamos que relacionarnos con gestitos, tipo ligue de discoteca: si me guiñas el ojo, quieres una talla más. Si me tiras un beso, menos. Si me sonríes pavoneándote, que te lo compre porque tú no tienes pasta.
Evidentemente ésto sería posible sólo en tiendas donde el fenómeno Altamira no haya triunfado aún.

Lo que tengo claro es que la próxima vez que vaya a comprar, pienso pedir un cubata con el ticket de compra. Ya que me hacen pagar 20 euros por un trozo de tela que ha fabricado una niña china por 5 céntimos, al menos que me incluyan una consumición.

Nada más por el momento. 4 horas y media de compras sólo han dado para una reflexión insulsa como ésta, pero es que lo de dormir más de lo habitual no era mentira, y estoy sufriendo un síndrome Cesc Fàbregas del que me costará desprenderme.

P.D.: Para la próxima entrada, id preparando horno y cocina, que llega la primera receta del blog. Y no, no son sesitos fritos.

lunes, 20 de agosto de 2012

Seguimos vivas... las neuronas y yo

Tras un largo período de relax post Irlanda, aquí estoy otra vez, escribiendo en este interesantísimo blog.
Y, ojo, no lo digo yo, lo dice mi señor padre, que tan interesante encuentra mis escritos, que ha editado un libro con ellos, que va pasando de familiar en familiar.
Cuando supe la noticia me sentí ciertamente abrumada, pero poco a poco voy asimilando la fama, y ya estoy preparada para atender a los medios de comunicación.

Desde que llegué de Irlanda, no he parado de maldecir la temperatura de tierras catalanas. Siempre se desea lo que no se tiene: estando allí, quería sol; estando aquí, prefiero la temperatura irlandesa.
De lo que estoy segura es de que este calor a mi no me va bien. Dentro de poco tendré que editar el nombre del blog y pasar de neuronas fritas a neuronas derretidas.

De provecho no he hecho nada en estos días. Básicamente me han servido para comprobar que hay ciertos comportamientos que, si los dejas de hacer durante unos años, pierdes totalmente el conocimiento sobre ellos.
Ejemplo claro: ir a la playa.
Hace unas semanas, mi compañero de viaje vital y yo nos dispusimos a hacer una excursión vespertina a la playa. Íbamos buscando una playita pequeña, con poca gente, sitio para aparcar, etc.
Éso era lo que, una amable fuente de información cercana, nos había comentado. En el momento justo de llegar allí entendí lo que deben sentir los periodistas cuando su fuente les traiciona.
Una playa grande, un aparcamiento absolutamente lleno de coches y más gente que en Cortilandia.
Pero nuestra desgracia podía ser aún mayor: todo el mundo parecía haber vivido todos los años de su vida en una playa. Nadie desentonaba... menos nosotros.
La ceremonia de inserción sombrillil, toda una ventura. Saber si sentarnos, tumbarnos, con ropa, sólo con el bañador, si bañarnos al llegar, leer, hablar, no hablar, dejar las cosas en la sombrilla o quedarnos vigilándola siempre, etc. Todo un sinfín de cuestiones que, para los no experimentados, resultan de lo más cultivadoras.
Resumiré la experiencia con una sencilla frase: esta semana teníamos que repetir la excursión pero decidimos que estaríamos mucho mejor en una casa sin aire acondicionado en plena ola de calor y con un ejército de mosquitos acechándonos.
Con éso creo que está todo dicho.

A parte de ésto, también nos apeteció hacer este viernes pasado una incursión al mundo guiri. Barcelona, 17 de agosto, autobús turístico. No digo más.
Fue un paseo nocturno de lo más interesante, donde pudimos comprender por qué hay tan poca gente que sepa más de dos idiomas.
Nuestra amable guía turística hablaba, que supiéramos, 5 lenguas. En el currículum quedará impresionante, pero si en la realidad te hace decir frases tan esperpénticas como: "So entonces a la dreta", casi que ya no me siento tan mal.
Y después de comprobar que una ciudad podía ser muy anciana, volvimos a casa.

Y, para acabar esta innecesariamente larga e insulsa entrada, decir que ayer el barça comenzó la liga. Como dato ya sé que no es demasiado impactante, pero no me quedaría satisfecha sin comentarlo.
Cuando acaba una etapa tan extraordinaria, tienes el miedo de pensar que ha sido un paréntesis, que no ha sido nada más que un sueño y que, al cerrar el paréntesis, todo volverá a la normalidad.
Pero no. Ayer un 5-1 jugando espectacularmente bien casi sin despeinarse fue el ejemplo de por qué no podíamos dudar tras la dramática rueda de prensa del adiós de Pep. Hubo más lágrimas y estados depresivos que con la muerte de Chanquete, pero poco a poco nos vamos consolando.
Tengo la sensación de que será una temporada más terrenal, y que si seguimos jugando tan bien, y teniendo la suerte de ganar alguna cosa, aún valoraremos más el trabajo tan extraordinario de este equipo, porque, si no, corremos el riesgo de creer que ha sido algo puntual vinculado a una única persona, olvidando que sin el trabajo y esfuerzo de todos estos chicos que hacen soñar al más escéptico, el sueño no se hubiera hecho nunca realidad.

Aquí acaba mi regreso bloguil. Ahora es cuando desearíais volver atrás y no pronunciar aquellas palabras: "tienes que volver a escribir en el blog, no lo dejes".
Tranquilos, con suerte, os dejaré unos cuantos días de descanso.



sábado, 4 de agosto de 2012

Se acabó lo que se daba... Bye, bye Irlanda

Hoy es mi último día en tierras irlandesas, espero (más que nada porque si me tengo que estrellar con el avión, preferiría otro sitio un poco más cool para pasar mi eternidad).

Como no podía ser de otra forma, me tendré que despedir con una preciosa lluvia, un magnífico viento que movería montañas, y un cielo de un super fashion color gris que animaría a un comatoso.

También es bonito despedirse con el sonido de la supersónica lavadora de mi hermano. Cómo echaré de menos poner una lavadora a las 4 de la tarde, y tener que esperar al día siguiente para poder abrirla porque, con 8 horas no tiene suficiente.
Y también echaré muchísimo de menos tener que hacer horas de gimnasio para poder tirar de la cadena. Toda una experiencia.
Pero lo que más echaré de menos de vivir en este pisito, es la maravillosa sensación de tener un sueño que te mueres, y despertarte de manera "natural" (sin despertadores) a las 6 de la mañana con un radiante sol que entra por la no-persiana de la habitación. Es algo conmovedor.
Y el problema ya no es no poder seguir durmiendo desde las 6, no hombre no, éso es muy revitalizante.
El problema es que durante todo el día en el cual quieres salir a dar un paseo, a comprar, o simplemente a ver la calle desde tu ventana, te encuentras con un eclipse solar continuo provocado por unas preciosas nubes grises. Y cuando menos lo necesitas, brilla con todo su esplendor.
Y yo me pregunto si no habrá nadie ahí arriba que mueva los hilos y que sea un poquito mala persona...

Hoy es mi último día en Irlanda pero ayer fue mi último día de clases. Me hice fotos con mis tres profes, y les llevé cruassantitos hechos por mi el día antes. Y las notas ya me las habían dado, eh, fue un acto totalmente altruista. Punset estaría orgulloso de mi.

Hasta ayer no creí que hubiera merecido la pena hacer el curso. Pero cuando pude descambiar un sombrero en una tienda, pagado con tarjeta, que me devolvieran el dinero en la tarjeta, y luego pagar otra cosa, todo ello en una de estas tiendas que parece que los empleados necesiten una mejor marca de tiempo que Usain Bolt en los Olímpicos, y con un inglés semejante al castellano de las chonis de Fuenla, entonces ahí fue donde me di cuenta que sí, que lo habíamos logrado.
Y no sólo éso, también entendí una bromita de un cajero del spar super simpático que me felicitó por mi saludable compra para un viernes por la tarde: 3 yogures.
Vamos, que estoy que me salgo. Si hoy consigo entender a los del aeropuerto, pido el traslado de la UOC para la mismísima Oxford (incluso bromeando me entran escalofríos al poner juntas las palabras UOC y traslado).

Y poca cosa más, que me voy a acabar de hacer la maleta, y que espero que mi siguiente publicación sea ya desde casita, con unos reconfortantes 35 grados a la sombra.

Antes de acabar, quería dedicarle unas palabras a mi hermano. Ya que le copié la idea de crear un blog, también le copiaré su táctica de, cuando empiece a flojear el blog, márcate una entrada emotiva y todo el mundo responderá con unos "ohhhh, qué bonito", "me he emocionado" que reflotarían hasta al MS-DOS.
Pues bien, allá vamos:

Rulito. No sé cómo darte las gracias por esta experiencia tan importante y bonita que me has regalado. A veces cuesta coger el camino correcto en la vida, aceptar qué te conviene más para crecer como persona.
Tanto si cuesta porque no sabes qué es mejor para ti, como si cuesta porque lo sabes, pero no resulta fácil aceptarlo, es importante tener personas a tu alrededor que, directa o indirectamente, te impulsan y te llevan de la mano hacia allí.
Para mi éso es sentirse querido, y yo tengo la suerte de sentirme así prácticamente cada día de mi vida.

Y, en este caso, haber aceptado hacer este curso, pasar 5 semanas en Irlanda, etc. ha sido, claramente, una gran decisión, que sin tu ayuda hubiera sido imposible tomar. Porque para tomar decisiones, primero necesitas las oportunidades, y tú estás siendo últimamente una fábrica de oportunidades para mi aprendizaje vital.

Algunas veces aceptas la mano de quien te quiere ayudar, y otras veces no. Sentirse querido es encontrar siempre una mano, pero querer es saber aceptar que alguien rechace tu mano alguna vez.
Y por éso es mucho más difícil y desagradecido querer que dejarse querer.
Y cómo yo sé que tú me quieres mucho, quería aprovechar esta oportunidad para darte las gracias, no por las veces que he aceptado tu mano, tu ayuda, como en esta ocasión, sino por las veces en las que te la he rechazado, y por tu persistencia de, una vez más, volver a intentar dármela.
Sé que no es fácil aceptar que alguien a quien quieres toma decisiones que, desde tu punto de vista, son erróneas o perjudiciales. A mi me pasa contigo constantmente. Pero también sé que lo fácil sería abandonar, dejar de preocuparse y aceptar demasiado fácil que el otro haga lo que quiera hacer, sin pedir explicaciones.
Pero tú resistes, y te lo agradezco mucho.

Gracias por este bonito mes en Irlanda, que recordaré toda la vida. Gracias por tu generosidad, atención, preocupación y cuidados.
Y gracias, una vez más, por seguir siendo mi hermano, cosa que no depende en absoluto de compartir la misma sangre.


Te quiero.



jueves, 2 de agosto de 2012

Second last day

Pues éso, que éste ha sido mi penúltimo día de clase. Mañana cuatro horitas más y se acabó.
La verdad es que estos últimos días están costando un pelín más, pero aún así sigo aprendiendo cositas.
Además, en la clase de por la tarde, normalmente no sabes qué decir porque se habla de temas tan apasionantes como tus deseos, sueños y aspiraciones, tus recuerdos de infancia, etc. Pero hoy no.
Hoy hemos hablado de corrupción, y gracias a ser de donde soy he tenido mucho de que hablar y he sacado pecho todo lo que he podido. Lástima que hubiera una rusa en el grupo, porque si no hubiera podido ganar de calle.

Además ha sido un día interesante porque he entrado en una tienda nueva, al lado de mi academia. Tenía buena pinta por fuera, pero al entrar he visto que no era la típica y convencional tienda de ropa. Había cd's, ropa, zapatos, joyería, libros, etc. Y precios regalados.
No me ha quedado claro si eran cosas de segunda mano o sólo eran cosas hechas por un grupo de gente con diferentes problemas. Aún así, me he comprado una blusa y un pañuelo, todo ello por 5 euros. Muy monos, aunque los lavaré antes de ponérmelos por si acaso...

Hoy sí que he acertado con el café. Pedir café fuera de tu país es toda una hazaña. El martes no acerté, porque quería un café con más leche que café, y fue un cortado pero tamaño bañera. Hoy sí, hoy ha sido como a mi me gusta, y no tan grande.
Quien me conozca  sabrá que no suelo tomar café, pero aquí a veces me está siendo imposible no hacerlo. Tener clase a las dos de la tarde y madrugar, no son buena combinación.

Y nada, sigo mejorando en mis lecciones de italo-inglo-español con mis compis los italianos. Es divertido tener que buscar palabras que no sabes en inglés en un diccionario italiano-inglés porque no queda ningún español en clase con diccionario.
Lo bueno es que lo que no se parece al español, se parece al catalán, y nos acabamos entendiendo.

Y por el momento poca cosa más, sólo decir que estoy muy contenta de tener un nuevo comentarista en mi blog, mi padre. Ésto estaba muy solitario, y al menos ahora tengo otra persona que sé seguro que lee mi blog y que me hace comentarios. Gracias papá.

Ésto se acaba!!!!





lunes, 30 de julio de 2012

Último fin de semana en Dublín

Pues éso, que ya ha pasado mi último fin de semana en Dublín y sin darme cuenta, snif, snif. Aunque ha sido a lo grande y he disfrutado un montón.

El sábado por la mañana, compritas por Henry St. Me cundió bastante. Supongo que esta semana antes de irme volveré alguna tarde, pero, si no, ya está, me despedí en condiciones de la super calle peatonal de tiendas. Para quien no lo sepa todavía, en Dublín hay taaaaaaaantas tiendas para chica como puedas imaginar, y no las típicas franquicias internacionales tipo zara. Me encanta.

Después vuelta a casa, comer, hablar con fathers in law y fathers a secas, y prepararme para ir a una fiesta. Ya en un principio no las tenía todas conmigo, pero cuando me dijeron que tenía que comprarme algo estrafalario para poder ir, tipo sombrero, peluca o gafas...
Al final fui con un sombrero de paja, que me lo puse para entrar por la puerta y nunca más se supo. No me había estado 10 minutos haciéndome un recogido en el pelo para estropearmelo para ir con sombrero en una discoteca.
Total que el plan fue una pre-fiesta en una casa, y la fiesta en cuestión en un restaurante cerrado tipo disco.
La conclusión a la que llegué es que no todo el mundo está hecho para salir de fiesta y que hay toda una cultura y manual de conducta para salir por la noche que cada vez me queda más lejos.
Todo y así, me lo pasé bien el rato que estuve y me vine a casita en torno a las 2, osea que buena hora (para mi; para el resto, horario de abuela).

Domingo típico de anglosajona rica. No dormir hasta muy tarde porque una señorita no puede quedarse tantas horas en la cama (ésa es la versión oficial, la extraoficial es que en este puñetero país no se puede dormir hasta tarde porque a las 6 de la mañana entra luz de día por las inexistentes persianas).
Desayuno tranquilo y señorial (lo mismo de cada día, cereales y leche, pero bien ricos que estaban).
Brunch para comer: aquí sí que sí, huevos benedict, como una señorona. Básicamente es huevo escalfado sobre un panecillo, y entre las dos cosas espinacas (o jamón, pero en mi caso pedí con espinacas), acompañado de una salsa parecida a la mayonesa pero líquida y más buena, y calentita, con salmón ahumado de guarnición. Muy muy bueno.
Todo ello acompañado todo el rato del tiempo más esquizofrénico que puedas imaginar. Diluvio y sol; ahora ésto, ahora lo otro.

Luego vuelta  casa, descansar un poco, porque todo el mundo sabe que las señoronas anglosajonas ricas viven en un estrés contínuo.
Y después a merendar al Queen of Tarts. Para quien no sepa lo que es, lo resumiré en que es una cafetería mítica en Dublín, con especialidad en tartas, las mejores que he probado en toda mi vida, especialmente la carrot cake. Espectacular.
Yo me pedí una de chocolate, buenísima, con un tanque de café con leche, muy bueno pero tanque al fin y al cabo. Aquí lo de tacita de café no lo entienden mucho.

Vuelta a casa, mirar una peli en inglés, "En el nombre del padre". Yo ya la había visto, pero mi hermano no, osea que era una buena oportunidad para volver a verla en inglés. Me encantó exactamente igual (o aún más porque en VO siempre disfruto más) que la primera vez.

Y después a dormir. Básicamente éste ha sido mi fin de semana. Mencionando que el taxista que me trajo el sábado por la noche a casa me cobró de menos, ha sido un finde redondo.

Ahora ya a encarar la última semana de curso, porque el sábado que viene vuelvo al hogar, ducle hogar...



lunes, 23 de julio de 2012

Día embarazoso (y doloroso) en Dublín

Tranquilidad. A pesar de los dos, aparentemente negativos, adjetivos usados en el título de la entrada, no es nada serio.
Lo de embarazoso se explica mediante la anécdota que ahora explicaré. Lo de doloroso... se refiere a mis pies, pobres. Hoy les he hecho caminar, nada más y nada menos que, 12 km (de recto, más luego el tiempo que he estado andando por las tiendas y centro comercial).

Y ahora vamos con la súper anécdota de la semana.

Hoy he ido a comer con mi hermano a Google. Después, quería ir de compras por el centro, porque quería comprarme un par de cosillas de ropa.
Iba super animada y con muchas ganas por dos razones: tenía ganas de comprarme ropita, que desde que había llegado no me había comprado nada aún; y hacía un día estupendo, sol a tope y calor de verano real, toda una novedad en Dublín.
Pues bien, como hacía tanto calorcito, he pasado por casa primero para ducharme antes de salir. Me he puesto guapa y, en torno a las 4 de la tarde, he salido de casa con muchas ganas de tiendas.
Llego al centro a éso de las 4.20h. Hablo de las horas más que nada porque aquí a las 6 cierran las tiendas, y hay que tenerlo presente.
Empiezo con mis compras, y entro primero al h&m. Miro tranquílamente toda la ropa, con calma, me pruebo varias cosas y, finalmente, decido quedarme con dos vestidos muy bien de precio y muy chulis. Genial.
Me dirijo a la caja para pagarlos. Hay cola. No pasa nada, espero. En ningún momento se me ocurre mirar el bolso. ¿Para qué? debéis estar preguntándoos. Lo mismo pensaba yo, para qué.
Por fin llega mi turno. Le doy a la chica de la caja los vestidos, me los empieza a cobrar y a quitar los seguros y yo mientras voy sacando la cartera... o intentándolo.
Antes de salir de casa había hecho cambio de mochila para ir a clase al bolso. En el cambio metí todo menos la cartera. ¿Por qué? porque quería vivir la maravillosa experiencia de quedarte colgada con los vestidos a medio pagar, sin dinero, y teniéndole que explicar a la cajera todo éso en inglés.
Fantástica sensación, se la recomiendo a todo el mundo.

Total, que en dicha agradable situación, la cajera me pregunta que, si voy a volver, me guarda los vestidos. Le digo que sí sin saberlo muy bien.
Tengo tres opciones:
1. Volver a casa a por la cartera y volver a la tienda a pagar. Todo ello con sus respectivos kilómetros y calorcito andando.
2. Volver a casa y quedarme ya allí y perder mi super tarde de compras mientras me flagelo tres o cuatro veces.
3. Suicidarme. No la contemplaba porque, realmente, me gustaban mucho los vestidos. Y porque suicidarse en el único día soleado y caluroso en Dublín del año también es tener un humor de lo más especial.

Al final decidí optar por la primera opción. Vuelta a casa, rapidito para que no me cerraran las tiendas, coger cartera, beber agua, pasar de las super botas chachi pirulis y ponerme los deportivos, salir pitando de casa y llegar, echando el hígado por la boca y maldiciéndome por despistada, de vuelta a la tienda.
Me tenían reservaditos los vestidos osea que al menos éso sin problemas.

Y nada, luego seguir de compras hasta que han cerrado todo, merendar un batido hecho en el momento de yogur low fat de chocolate (espectacularmente bueno) y vuelta para casa.

Conclusión, que si creyera en un ser superior pensaría que es su manera de enseñarme a dejar de ser tan despistada. Lo que viene siendo un escarmiento.
Pero como no creo, pues os diré que, en realidad, lo tenía todo pensado desde hace días porque el blog está volviéndose de lo más soso y había que animarlo un poco. De nada.


domingo, 22 de julio de 2012

Sábado en Belfast

Ayer estuve en Belfast. Dos horas y media  en autobús para ir, y otras dos horas y media para volver, pero merecieron la pena.

Primero estuvimos visitando el centro de la ciudad, muy animado y con mucha gente joven. Me gustó mucho.
Pero la visita más esperada era la zona de los murales, las calles Shankill (protestantes) y Falls (católicos).

Básicamente hay dos zonas, cada una de ellas de uno de los dos bandos enfrentados, "separadas" por un muro, el muro de la paz. En las fachadas hay murales, sobretodo en la zona católica, aunque también hay alguno en la zona protestante.

Lo que más me sorprendió fue la diferente manera de una zona y de otra de expresar sus signos de distintividad.
La zona protestante de Shankill estaba plagada de banderas del Reino Unido, fotos de la reina, tiendas donde sólo vendían artículos turísticos/frikis ingleses: banderas, fotos, imanes, etc. todo con la banderita y demás.
Vaya, que paseando por Shankill no te quedaba ninguna duda de en qué zona estabas.
Sin embargo, en la zona católica, dejando a un lado los murales, sólo vi algunas vidrieras de casas con triquetas, y poca cosa más. Digamos que la distintividad no se hacía tan evidente a primera vista.

Sería demasiado simplista sacar conclusiones sobre ésto, pero sí da pie a una reflexión (o varias).
Yo prefiero no mojarme mucho, más que nada porque el tema me queda lejos, pero lo que sí tengo claro es que, cada vez que hay un conflicto de estas características, tengo la sensación de que hacen más por la revolución los que la quieren evitar que los que la inician. Y en el caso de Irlanda del Norte (o en el caso de la independencia de Irlanda, de la cuál ya hablé en otra entrada) sólo hace falta mirar los libros de historia para darse cuenta de ello.
En mi opinión, quien tiene que demostrar noche y día y a toda costa que es diferente, que es el bando de los "buenos", es quien no está 100% seguro de poder "ganar". Y la falta de confianza en el poder de tus argumentos hace que la violencia se haga más presente, porque es el camino más fácil.

Y dejando a un lado las reflexiones personales, y seguro que poco acertadas por estar bastante lejos de la realidad de este conflicto, sólo recomendar a quien no haya estado ya, que vaya a Belfast.
Para mi es una visita casi obligada si estás en Irlanda y te interesa un poquito la historia.
Yo iba mentalizada de que no iba a hacer turismo para ver belleza, para visitar bonitos monumentos y calles.
Iba mentalizada de que iba a hacer una visita interesante por los intangibles, por la historia que hay destrás de cada calle, mural, esquina. Y sólo por éso (o nada más y nada menos que por éso) mereció la pena.

P.D.: Artículo muy bueno que encontré, es de hace unos años, pero me ha parecido realmente interesante: http://elpais.com/diario/2006/02/27/espana/1140994801_850215.html





lunes, 16 de julio de 2012

Día lluvioso en Dublín

De hoy lo más destacado es que llueve. Y teniendo en cuenta que estamos en Dublín y no en el Sahara... pues éso.

No, ahora en serio, lo más destacado del día de hoy es que he comido con mi hermano en Google. Si os esperábais algo mejor os habéis equivocado de blog.

Por fín he estado en el comedor chuli y grande de Google. Muy chulo, la verdad, y la comida muy rica. Había mucha variedad de cosas, muy a cuidar el detalle, y muy variado en cuanto a que, si eres un bicho raro en lo que a gustos culinarios se refiere, quedas satisfecho.

Luego he conocido a un montón de catalanitos infiltrados en la empresa del momento, y me he sentido un poco como un monito de feria cuando he tenido que demostrar mis conocimientos de catalán delante de algunos de ellos.
Teniendo en cuenta que estoy en Dublín intentando aprender inglés, y conociendo a un grupo de jóvenes super preparados y con un muy buen nivel de inglés, quizá hubiera sido más propicio que me he hubieran puesto a prueba hablando inglés, pero no.
Y yo que se lo agradezco, porque hubiéramos pasado de demostrar que sé cómo me llamo, a saber cómo se llaman todos los dublineses en un radio de 20 kilómetros.
Bueno ahora igual me he pasado. Sólo 10 kilómetros.

Y, ahora sí, el apasionante mundo de la lluvia irlandesa. Cómo decirlo para que podáis poneros en mi piel pero sin parecer extremista. He llegado empapada.
Y lo que es peor, mi mochila ha llegado empapada. Y es peor básicamente porque mis dos súper móviles estaban dentro, y han podido sufrido un poco las consecuencias.
Y quedarme sin uno de los móviles y perder mi status pasajero de super ejecutiva con más de un aparato electrónico para cumplir la misma función, pase. Pero pasar de ser Miss Techno, a pasar a ser una incomunicada, una forastera en este primer mundo de comunicacións instantánia, perder mi posición en este mundo, ganada a pulso desde que con 13 años tuve mi primer móvil... no, por ahí no paso.
Una persona puede vivir sin paga extra ni derechos laborales, sin derecho a una educación gratuita, sin derecho a un sistema de salud digno y efectivo, sin derecho a tener unos políticos honestos. Puede vivir sin derechos, ya que nos ponemos. Pero no sin móvil, por amor de dios.

Pero, volviendo a esta mañana, he comprobado que  Dios existe y no ha permitido que ninguno de mis dos pequeñines sufriera daños. La manzana para media mañana sí, pero ¿a quién le importa una manzana en tales momentos de angustia?

Y, ahora, con un hermano medio moribundo (por no dormir lo suficiente, no llevar una vida recogidita y, encima, machacarse corriendo y haciendo ejercicio) al lado, voy a ir cortando, que después de haber perdido la costumbre diaria de escribir en mi interesantísimo y trepidante blog, me estoy emocionando demasiado y no puedo dejar de escribir.
Así que de raíz, que duele más pero es más rápido.

Goodbye!

sábado, 14 de julio de 2012

Un día cualquiera en Dublín

Es sábado. Estás en Dublín. Te levantas por la mañana, ni muy pronto ni muy tarde; te metes en la ducha, sin prisas; pones el agua más caliente de lo habitual, y te tomas tu tiempo; sales de la ducha y te vistes, cuidando un poco más los detalles que habitualmente, pero sin arreglarte demasiado; preparas las últimas cosas y, finalmente, sales de casa.

Vas caminando, ni muy deprisa ni muy despacio, buscando un sitio agradable donde desayunar. Mientras caminas, el viento golpea suavemente tu cara. No hace demasiado frío, pero desde luego no estás pasando calor. Por fin encuentras un sitio que te gusta para desayunar, un sitio al que probablemente no hubieras entrado ningún otro día. Entras. Te sientas, sin ninguna prisa, y pides una taza de leche caliente y una magdalena casera de frambuesa. Algo que nunca desayunarías en casa si te lo planteases. Comes despacio, disfrutando, como si nadie te esperara, ya que nadie te está esperando. Finalmente, pagas y sales del local.

El viento vuelve a golpearte la cara. No miras el reloj, y empiezas a caminar sabiendo a donde te diriges, pero como si no tuvieras un destino fijo. Te fijas en sitios en los que, probablemente, en otras circunstancias no te fijarías. Observas cómo la gente camina, oyes varios idiomas diferentes en una misma calle. No piensas en nada, sólo caminas, respiras, observas.

Finalmente, llegas a tu destino. Sigues caminando por el centro, cada vez con más gente alrededor. Entras en todas las tiendas que quieres, miras lo que estás buscando, pero también miras todo lo demás, lo que te interesa y lo que no, lo que necesitas y lo que no.

Acabas de hacer todas tus compras, acabas de recorrer todas las calles posibles, y caminas hacia casa. Pero no vuelves por donde irías si tuvieras prisa, si tuvieras algo que hacer. Caminas por un sitio diferente. Caminas de una manera diferente. Te paras, miras, observas a tu alrededor. Miras el reloj. Es más tarde de lo que esperabas. En otras circunstancias empezarías a caminar más rápido, pero ahora no lo haces. Sigues caminando como si nadie te estuviera esperando. Nadie te está esperando. Te haces unas fotos en un sitio donde, seguramente, nunca te harías fotos. Ríes. Caminas. Y llegas a casa.

Abres la puerta, dejas las cosas, despacio, sin ninguna prisa. Te cambias de ropa, entras al baño, bebes agua. Es tarde, y no has comido. Ni siquiera has empezado a preparar nada, pero no te importa. No tienes prisa. Entras en la cocina y empiezas a bailar el baile que mejor conoces, en la pista donde mejor te mueves: cueces agua, cortas pescado, enciendes la plancha, echas aceite, calientas el pan, lavas lechuga, cortas fresas, pones la mesa... No miras el reloj. Acabas, y empiezas a comer.

Te has sentado por primera vez desde que has llegado, pero no estás cansado. Comes despacio, saboreando una de las comidas más simples que nunca hayas tomado, pero hoy te parece un manjar. Acabas de comer, y te sientas en el sofá. Ves una película, una película que ya habías visto, pero la vuelves a ver, y te gusta. Realmente te importa poco de qué vaya la película, sólo disfrutas viendo pasar imágenes, oyendo sonidos, voces. Te envuelves con la manta, y dejas pasar el tiempo.

Acaba la película, y empiezas a escribir sobre cómo te ha ido el día. Has hecho muchas cosas pero ninguna de ellas por obligación, y todas ellas con tu hermano.

 Es sábado. Estás en Dublín. Te encantaría que cada día fuera sábado en Dublín.

miércoles, 11 de julio de 2012

Día 9 en Dublín: triste pero feliz


Poco a poco voy adaptándome al curso. Por la mañana nos lo pasamos bien, aprendo sobretodo vocabulario y refresco mis nociones sobre gramática inglesa. También hablamos, pero de forma más relajada.

Por la tarde lo paso peor, porque son dos horas en las que tienes que estar hablando todo el rato con todo el mundo, mucho más mezclados en cuanto a nacionalidades (y acentos) y a nivel de inglés.
Hoy me he dado cuenta de que no somos todos del mismo nivel. Supongo que no tienen tanta gente haciendo el intensivo y no pueden separar tantos grupos, pero realmente hay gente que está, sobretodo, por encima de mi en cuanto a nivel oral.

Lo bueno es que he conocido a una chica muy simpática, de Castellón, con la que puedo hablar en catalán fuera de clase y tener aún más cacao mental del que ya tengo.
Cuando he salido del curso a las 4 y hemos empezado a hablar en catalán esta chica y yo, yo ya no sabía cuando hablaba inglés, castellano o catalán. Mi cerebro tiene una mezcla de idiomas y un cacao impresionante.

La buena señal es que, antes de venir a Dublín, cuando intentaba decir algo en inglés, automáticamente traducía de castellano a catalán, y me salía en catalán básicamente porque era la última lengua aprendida.
Hoy me he dado cuenta de que, hablando con esta chica, me venían cosas a la cabeza en inglés cuando en realidad quería decirlas en catalán, osea que vamos bien (o no).

Ahora me estoy preparando unos guisantes con patata para comer mañana en la academia, junto con una salchicha, lechuga y un poco de pan. Y de postre un yogur. Buen estreno para mi bolsita nevera.

Ahora sí que se puede decir que estoy sola realmente (hasta que llega mi hermano), ya no tengo un ocioso jovenzuelo por aquí rondando y esperándome…

Y por último, pero no menos importante, hoy he sabido mis notas del segundo cuatrimestre de la uni: todo aprobado, incluso genética!

Para acabar, y por todo lo explicado, el siguiente video me lo autodedico:


Tomorrow more…

Día 8 en Dublín: segundo día de curso, y contando...

Madre mía, segundo día, cada vez que lo pienso y digo "ostras, me quedan cuatro semanas", pienso: "o aprendo inglés que ni una de Arizona o me suicido".

De 9 a 11, clase de vocabulario y gramática, pero el profe hace participar mucho y también hablamos bastante en inglés (dentro de nuestras posibilidades).
Tenemos un profe super majo (pero con serios problemas de sudoración), que, por suerte o por desgracia, ya me tiene fichada.
Ayer salió el tema (no sé muy bien como ni por qué) de que mi hermano trabaja en Google, y se emocionó, me preguntó un montón de cosas y me dijo que estaba impresionado.
Cuando se enteró de que me llamaba Sheila, también le hizo ilusión y me contó que era un nombre Irlandés y blablabla.
Y para acabarlo de rematar, en un ejercicio en el cual él decía palabras y nosotros escribíamos frases con esa palabra, una de las palabras (escrita en la pizarra, para todo el mundo) fue Sheila.
Total, que toda la clase mirándome y ya saben todos que tengo un hermano en Google.
También es interesante destacar que, mucha tradición irlandesa en mi nombre, pero cuando me lo pronuncian no parece el mismo. Para ellos soy algo así como "Shila". Pues vale. Ya puestos me podían llamar Chirla, que al menos tendría más gracia.

De 11 a 11.20 tenemos un tiempo para descansar, comer algo, ir al baño...

A las 11.20, y ni un minuto más tarde (parecen suizos), empieza la otra clase, de conversación. Tenemos otro profe, también majete.  Básicamente, nos pasamos una hora y media hablando entre nosotros, de temas que él dice, y con él. Es entretenido.

A la 1 había quedado con Joan, que había estado toda la mañana de picos pardos, mientras yo me cultivaba enormemente, y hemos comido juntos. A las 2 otra vez a clase dos horitas más. La verdad es que acabo con el inglés saliéndome por las orejas y sólo llevo 8 horas de clase en total.

Por la tarde es donde creo que más aprenderé, pero también donde más sufriré. La gente está más repartida, en lo que a nacionalidades se refiere, y cuesta más entablar conversaciones, que es básicamente a lo que vamos, a hablar y a hablar.
En otra ocasión pensaría, una clase sólo para hablar, perfecto, pero claro, cuando sólo puedes hablar en inglés ya no mola tanto.

A las 4 he ido al centro, donde me he encontrado con joanet y su carita de acabarse de despertar de la siesta, y hemos ido a ver cadáveres. Sí, concretamente varios y troceados.
The Human Body Exhibition. Es una exposición consistente en ver, desde dentro y de manera real, el cuerpo humano. Mirarlo por internet por si os interesa, han ido recorriendo varias capitales europeas y ahora están en Dublín.
Nos ha gustado mucho, la verdad.

Y vuelta a casita, descansar, preparar cenita, cenar y aquí estamos, escribiendo (mientras otros leen espatarrados en el sofá).

Mañana más, y puede que mejor, aunque no es muy difícil. Estoy perdiendo la inspiración...

P.D.: Si ahora mismo me encontrara con el genio de la lámpara le pediría que pudieras quedarte más días aquí conmigo. Te voy a echar de menos.

P.D.2.: Por si lo lees, genio, que sepas que un segundo deseo, y no por ello menos deseado, sería hacer menos el ridículo con el inglés. Gracias.

martes, 10 de julio de 2012

Día 7: en Dublín: mi cumple!!!!!!!!!


Ayer fue un día intenso. Muchas emociones diferentes juntas.

Empecé el día madrugando para prepararme para mi primer día de curso de inglés. Como estoy resfriada, y ayer fue el peor día, me encontraba bastante chof teniendo en cuenta el día que me esperaba, pero, aún así, hice de tripas corazón y, a base de ibuprofenos, paracetamoles y demás droga dura, empecé el día con todo el ánimo posible.

Justo antes de salir de casa, mi hermanito me envió un sms para felicitarme y avisarme de que mirara su blog: http://comovoyaconoceravuestramadre.blogspot.ie/2012/07/21-anos-de-sonrisa.html


Con los nervios empezando a aflorar, nos íbamos acercando a la academia. Al llegar, Joan se fue y yo entré. Lo primero que vi fue el caos más absoluto. Un montón de gente tipo yo en recepción, sin saber muy bien qué hacer, qué decir o a dónde ir. Pero, finalmente, nos llevaron por grupos a hacer la prueba de nivel a otro edificio.

Resultado de la prueba: nivel intermedio, es decir, justo en la mitad de todos los niveles que ofrecen. Yo esperaba que me pusieran en el primero, en el cuál estás las cuatro semanas aprendiendo a decir “hello”, pero no, se ve que me vieron un pelín más preparada de lo que me veía yo a mi misma.

Luego hubo la presentación, y empezaron las clases. Mi primera hora y media de clase. Bastante mejor de lo que me esperaba. Además, en la prueba de nivel conocí a dos chicas españolas y, casualidades de la vida, estaban en la misma clase que yo.

Mi clase está plagada de españoles (bueno, de hecho toda la academia lo está), seguida de italianos. Luego, unos pocos de todo el resto de sitios.
Es una bonita manera de saber en qué países fracasa la enseñanza de idiomas en el sistema escolar: España a la cabeza, como suele ser habitual en este tipo de temas.

Luego vine a casa, recogí a Joan y fuimos a comer a Google con Raulito. Comimos muy bien y volvimos a casa a descansar porque yo estaba muerta. Después de la siesta, empecé a ver mensajes de felicitación, a recibir llamadas y a recibir regalitos. Al final pondré la lista final de regalos recibidos.

Nos duchamos, nos pusimos guapetones, e hicimos una videoconferencia con mis papis. Abrí su regalo (lo tenía Raúl), que me encantó, y me dejaron a cuadros cuando sacaron un pastelito con unas velas de un 21, las encendieron, me cantaron el cumpleaños feliz, y me hicieron soplar a la webcam, a la vez que soplaban ellos las velas. Y, para rematar, sacaron unas copas para brindar. Una pasada. Os quedasteis conmigo ;-)

Después nos fuimos a cenar a un restaurante CHULÍSIMO al que nos llevó Raulito. Es en un banco antiguo convertido a restaurante.
Cenamos también con un amigo suyo (muy simpático) y con Bárbara (chica encantadora).
Yo me vine arriba y me pedí cordero para cenar. Es de los mejores platos de carne que he comido en toda mi vida, riquísimo. Además, no resultaba demasiado contundente porque estaba cocinado super suave. Una pasada.

Luego vinieron los postres, y en el mío, tras una alianza entre los que me rodeaban y las camareras  y una graciosa confusión (culpa del despistado del amigo de mi hermano), me pusieron una velita que tuve que soplar y me cantaron el cumpleaños feliz (en inglés), camareras incluídas.

Fue una noche fantástica, la verdad, me lo pasé super bien y disfruté mucho de todo. Desde aquí aprovecho para daros las gracias a todos los que habéis colaborado para que tenga un cumpleaños tan guachi piruli.

Regalos recibidos:

-          Bolso térmico para llevar los tuppers, cubiertos, fruta, etc. Para cuando tenga que quedarme a comer en el curso y, si hay suerte, en mi futuro trabajo. Aunque tal y como están las cosas, casi parece de ciencia ficción.

-          Entradas para el Warner Bros Park, en Madrid. Me hizo mucha ilusión porque quería ir con el en septiembre.

-          Una pulsera y unos pendientes muy chulos de Tous. Mira que a mi la marca Tous no me gusta, pero reconozco que tanto la pulsera como los pendientes son muy bonitos, todo de colorines.

-          Cena + estancia en Dublín + curso de inglés + viaje + gastos pagados, for my brother.

-          Y como mi hermano quería demostrar ser el más generoso del planeta tierra, también me regaló una sudadera super guay, y un vale para comprarme unas botas de agua. Gracias Raulito.

-          Una caja de bombones con una buena pinta increíble. Todo un detallazo, teniendo en cuenta lo que me gusta el chocolate.

-          Una tarjeta de felicitación firmada por todos los presentes en la cena.



Y creo que no me dejo nada. No está nada mal, gracias a todos ;-)