Ya estamos aquí. Intentaré hacer cada día un recopilatorio de anécdotas y situaciones varias con las que nos vayamos encontrando día a día en Dublín.
Hoy hemos cogido un avión en Barcelona a las 10:50h. Hemos tenido la suerte de que nos pillara el típico día en que la máquina de los controles le pita hasta a un fantasma.
Entre los nervios, el calor, el llevar peso encima con la mochila y el bolso, la super amabilidad de los de seguridad y las prisas, a estas horas deben tenerme bien fichada, porque he quedado de terrorista como poco: me han hecho quitarme hasta los zapatos, y aún así he pitado. Me han medio cacheado y ante la pregunta de la de seguridad de cuántos años tenía, yo me he bloqueado y he tardado como unos cinco segundos en responder y luego he dicho "veinte" como si me lo acabara de inventar. La de seguridad se ha quedado alucinando y yo he intentado salir del paso expicándole que me quedaban unos días para hacer los 21 y que ya no sabía qué edad tenía que decir. Todo ello con una mezcla entre el castellano y el catalán bastante penosa y una cara de sospechosa importante.
La mujer se ha apiadado de mi incompetencia y me ha dejado pasar. Empezando con buen pie, vaya.
El vuelo ha ido bien, unas cuantas turbulencias al llegar, pero bien.
La terminal 2 del aeropuerto de Dublín, espectacular. Muy moderna y funcional, y estéticamente muy chula. Hemos comido un bocadillo que llevábamos de casa y hemos ido a coger el autobús que nos llevara del aeropuerto al centro.
Cuando hemos salido a la calle, hemos tenido que sacar las cazadoras porque hacía un frío y viento importantes. Tiempo desagradable, sería la mejor definición.
Hemos comprado billetes, mucho más barato que un taxi, y aquí ha venido mi primera experiencia fallida con el idioma.
Subimos al autobús, y teníamos que pasar la tarjeta/billete por una máquina lectora. Mi incompetencia con los aparatos tecnológicos del tipo que sea se ha hecho presente y el conductor y el que nos ha vendido los billetes me han intentado explicar cómo se tenía que pasar, yo no he entendido ni papa y mi super heroe Joanetito ha venido en mi rescate, ha pasado la tarjeta como tocaba, y se ha hecho el chulo preguntando no sé qué al conductor.
Que no os embauquen, que algunos dicen que saben hablar inglés, y no es verdad. Lo que pasa es que hay dos clases de personas en este mundo, los espavilados y despiertos y los del síndrome Cesc Fàbregas, osea, los empanados de la vida.
En 25 minutos estábamos en la estación donde nos teníamos que bajar, y en 10 min. caminando, en casita de mi hermanito.
Nos ha costado un poco aprender a abrir la puerta de casa, pero todo muy bien. El piso muy chuli, pero de solterón, solterón. Nevera y despensa vacías, pero que no falte el hielo, los refrescos, el alcohol, y las guarrerías varias. Un poco de arroz, pasta y embutido para despistar.
Cinco minutos después ya me había cargado la cisterna. La habilidad hecha persona, lo sé. Luego hemos sabido por Raulito que no me la he cargado sino que ya estaba rota y que hay que hacer todo un ritual satánico para que te haga caso y funcione.
Hemos bajado a comprar las cuatro cosas básicas al Spar. Sólo diré una cosa: un par de compras más como estas, y me tengo que poner a trabajar a parte de hacer el curso de inglés. Unos precios... que daban miedo. Pero bueno, ya tendremos tiempo de buscar otro super más barato a partir de mañana.
Hemos dormido una buena siesta, hemos merendado y ahora somos un poco más personas que cuando hemos llegado.
Sin más, nos despedimos Joanetito, servidora, y nuestros amigos los mosquitos irlandeses que están en cada rincón de la casa. Son simpáticos, pero ahora están de luto porque varias de las figuras importantes del clan familiar han muerto con el super ataque de Joan "el asesino de insectos".
Besitos!
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